Enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva
Sería imposible ‑aunque así lo dispusiéramos- negar algo tan evidente como que Braid es puro simbolismo hecho videojuego. Estamos ante un juego indie que, por su misma condición, es un juego mimado que va buscando siempre su correspondencia, en este caso, la afinidad entre videojuego y el arte. Braid tiene un chorro de gráficos preciosistas una pizca de historia intencionadamente oscurantista y ambigua aliñado con un toque de jugabilidad de calidad, todo ello aderezado con amor y originalidad.
Pero de poco valdría una receta mágica como la anterior sino tuviéramos un cocinero excelente tras los fogones que diera el peso exacto a cada uno de los ingredientes. Por fortuna Jonathan Blow es un diseñador excelente que, no sólo ha sabido llevar a buen puerto una idea tan arriesgada como sublime, sino que ha sabido en quien confiar y delegar parte del trabajo. Y el resultado está cercano a la excelencia.