El vampiro es una entidad que, si la abordamos desde una cierta lógica del siglo XX, resulta muy mal ejecutada con respecto a sus posibles visos de realidad. Por un lado científico el cerebro humano tiene una capacidad limitada por lo cual no existiría ser vivo, o no-muerto, que pudiera recordar una vida de siglos o milenios sin inmensas lagunas en su memoria. Desde una perspectiva filosófica el dasein, el ser en el mundo, lo es sólo en tanto es una entidad sujeta al tiempo; su condición de mortalidad de la cual los vampiros carecen es lo que les hace entidades en continuo devenir. En Acero el brillante Todd Grimson se permite corregir estas dos lagunas con su brillante retrato del vampirismo, en forma particular a través de Justine: la memoria de un vampiro es borrosa y no conoce devenir alguno; está estancado en un perpetuo pensamiento y actitud que no evoluciona después de su no-muerte.
La novela nos cuenta la historia de Keith un ex-músico moderadamente famoso de post-punk que se encarga de todas las necesidades diarias de la vampiro Justine. Durante toda la novela vemos como evoluciona la relación de estos, como se ajustan a la depredación y a la paulatina ganancia de la condición ajena; en el reflejo del otro Keith se vampiriza y Justine se humaniza progresivamente. Entre ellos se sitúa David, un antiguo vampiro que creo por accidente Justine convencido de destruirla como modo de venganza por haberlo abandonado décadas atrás.
Y nada más. ¿Pero acaso es necesario que ocurra algo más? Rotundamente no. La relación amorosa entre Keith y Justine copa el trasfondo de todo el libro al presentarnos que lo único que nos diferencia de los animales, lo que nos hace únicos, son las racionalizaciones culturales; las pasiones. El amor como rueda que mueve el mundo, como los últimos jirones que aferran a humanos y vampiros a la vida, al devenir como entidad futura. ¿Y el odio de David? Muy lejos de ser algo diferente sólo es la decepción producida por un amor sin corresponder, un intento de racionalizar la perdida de un amor que nunca fue suyo y le transmuto en un depredador. Por eso no hay nada más en la historia: todo empieza y acaba en las grandes pasiones que los definen como humanos; como vivos y no tan sólo no-muertos. En la historia los tres protagonistas son tres no-muertos, tres personas cuya vida esta vacía de significación, y sólo pueden alcanzar la vida trascendiendo a través de su amor, deviniendo en la muerte. No somos entidades para la muerte, siempre hemos sido seres para nuestros deseos; para el amor.