Etiqueta: deseo en flujo

  • no construyas tu hogar sobre la arena (de los gatos humanizados)

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    El pue­blo de los ga­tos, de Haruki Murakami

    Él es un jo­ven anó­ni­mo, sin nom­bre, com­ple­ta­men­te des­di­bu­ja­do y sin ca­rac­te­rís­ti­cas pro­pias más allá de su ca­rác­ter no­má­di­co: via­ja de un la­do a otros que­dán­do­se unos días en don­de en­cuen­tra un cier­to nue­vo ho­gar y se va au­to­má­ti­ca­men­te del lu­gar que no sus­ci­ta su in­te­rés; con­for­ma cons­tan­tes ru­tas de pro­gre­sión ha­cia nue­vos te­rri­to­rios don­de de­sa­rro­llar­se. Si no tie­ne nom­bre, si no tie­ne ca­rac­te­rís­ti­cas con los cua­les dar­le una cier­ta sem­blan­za, es in­ten­cio­na­do, él es un ar­que­ti­po de una cier­ta for­ma de ver el mun­do; es la idea en sí mis­ma cris­ta­li­za­da en un per­so­na­je im­per­so­nal, mu­da­ble por cual­quier lec­tor da­do. La lle­ga­da a El pue­blo de los ga­tos es del lec­tor por par­ti­da do­ble, pues lle­ga li­te­ral­men­te (al re­la­to) y me­ta­fó­ri­ca­men­te (al lu­gar fí­si­co a tra­vés de la em­pa­tía con res­pec­to de su protagonista).

    Una de las ca­rac­te­rís­ti­cas más no­to­rias de Haruki Murakami es, pre­ci­sa­men­te, esa ca­pa­ci­dad pa­ra in­va­dir un mun­do me­ta­fó­ri­co que se pre­sen­ta li­te­ral pe­ro que no de­ja ser emi­nen­te­men­te me­ta­fó­ri­co, un mun­do de ideas que cris­ta­li­zan en con­se­cuen­cias tan­gen­cial­men­te reales. Por eso al acér­ca­nos a es­te re­la­to de­be­mos te­ner en men­te siem­pre al­go que es­tá muy pre­sen­te en la obra del ja­po­nés: to­da no­ción de lo fan­tás­ti­co es un de­sa­rro­llo her­me­néu­ti­co de pro­ble­má­ti­cas hu­ma­nas in­di­so­lu­bles. Si és­te per­so­na­je anó­ni­mo, el lec­tor en po­ten­cia, se acer­ca a El pue­blo de los ga­tos es por una ac­ti­tud no­má­di­ca, de bús­que­da cons­tan­te de nue­vos te­rri­to­rios que co­lo­ni­zar, de­be co­no­cer el he­cho de la ne­ce­si­dad con­sus­tan­cial de su ac­ti­tud de aban­do­nar el pue­blo; no pue­de ha­cer de un só­lo lu­gar su ho­gar, pues jun­to con él lle­va to­da la car­ga que ne­ce­si­ta. Si no asu­me es­ta reali­dad, se ve­rá abo­ca­do a un des­tino más cruel que la pro­pia muer­te: la desaparición.

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  • sólo el deseo en flujo te arrastrará hacia donde necesitas (tú) ir

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    Fargo, de Joel y Ethan Coen

    1.

    ¿Qué exis­te de su­bli­me en Fargo? No hay na­da de su­bli­me en él. Pero si de­be­ría­mos en­con­trar una con­cep­tua­li­za­ción de lo su­bli­me de los Coen, una es­pe­cie de san­to grial que ex­pli­ca­ra las de­ter­mi­na­cio­nes fi­na­les del idea­rio ex­pre­sa­do por los her­ma­nos a lo lar­go de to­da su fil­mo­gra­fía, en­con­tra­ría­mos un prin­ci­pio in­elu­di­ble: el sue­ño ame­ri­cano; y su con­se­cuen­cia: la in­de­ter­mi­na­ción de to­do sue­ño. Su triun­fo y sus erro­res; co­mo el sue­ño ame­ri­cano nos si­túa an­te lo su­bli­me a tra­vés de la dis­tan­cia tem­po­ral en­tre el pro­pio sue­ño ame­ri­cano y su cum­pli­mien­to fi­nal. Fargo es, en úl­ti­ma ins­tan­cia, una con­tex­tua­li­za­ción de la idea pri­me­ra de los Coen a tra­vés de su fun­da­ción en el deseo.

    2.

    Las ar­ti­cu­la­cio­nes de de­seo no tie­nen na­da que ver con la re­pre­sión.DELEUZE, G. Deseo y pla­cer, Magazine Littéraire, nº 325, oc­tu­bre 1994, pp. 57 – 65

    3.

    Los per­so­na­jes apa­re­cen en di­co­to­mías per­fec­tas (Jerry-Jean, Carl-Gear, Marge-Norm) que se dan en cons­pi­ra­cio­nes en tríos (Jerry-Carl-Gear, pla­nea­do­res del se­cues­tro; Carl-Gear-Jean, víc­ti­mas del se­cues­tro; Marge-Gear-Jerry, su­per­vi­vien­tes del se­cues­tro) que se de­fi­nen por sus afi­ni­da­des elec­ti­vas. Estas afi­ni­da­des siem­pre se dan con un agen­te ex­terno que se in­tro­du­ce ‑o es in­tro­du­ci­do, ge­ne­ral­men­te, a la fuerza- en un con­tex­to di­fe­ren­te al pro­pio pa­ra bus­car al­gún be­ne­fi­cio la par­te introducida/introductoria del triun­vi­ra­to. Las con­se­cuen­cias siem­pre son ne­fas­tas pa­ra una de las dos par­tes con­tra­tan­tes. La nu­me­ro­lo­gía se re­pi­te constantemente.

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