Etiqueta: desmembramiento

  • Ninja Gaiden II Black — Variaciones sobre una obra maestra

    Ninja Gaiden II Black — Variaciones sobre una obra maestra

    Bajo el ca­pi­ta­lis­mo es im­por­tan­te ven­der. Permite se­guir crean­do y ha­cer otras co­sas im­por­tan­tes co­mo te­ner un lu­gar don­de dor­mir, co­mer tres ve­ces al día o se­guir exis­tien­do. Por des­gra­cia, la ex­ce­len­cia ar­tís­ti­ca y el va­lor de mer­ca­do ra­ra vez van de la mano. Por eso, in­clu­so si exis­te la al­ter­na­ti­va de crear ar­te só­lo co­mo hobby —de­jan­do, por ex­ten­sión, que to­do el ar­te co­mer­cial sea pro­du­ci­do por quie­nes pue­dan per­mi­tir­se no ga­nar di­ne­ro sin com­pro­me­ter sus pers­pec­ti­vas: al­go in­de­sea­ble sal­vo que creas que los obre­ros no de­be­rían te­ner voz y que las pro­duc­cio­nes co­mer­cia­les de­ban ser só­lo lo que pue­da gus­tar a la ma­yo­ría — , pa­ra ha­cer ar­te mu­chas ve­ces es ne­ce­sa­rio ha­cer con­ce­sio­nes. Encontrar la ma­ne­ra de ven­der lo que, por sí mis­mo, no tie­ne un si­tio en el mercado.

    En ese sen­ti­do, hay tres ma­ne­ras de ha­cer más in­tere­san­te, en tér­mi­nos co­mer­cia­les, cual­quier obra ar­tís­ti­ca: ven­der­la co­nec­ta­da a otra obra an­te­rior que ya es po­pu­lar, aña­dir se­xo o aña­dir vio­len­cia. Y eso es al­go que el re­cien­te­men­te fa­lle­ci­do Tomonobu Itagaki sa­bía bien.

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  • Tomie: pedazos de una obsesión

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    Seguimos con las co­la­bo­ra­cio­nes y es­ta vez nos vie­ne brin­da­da por Peter Hostile que nos ha­bla des­de la pa­sión y el co­no­ci­mien­to de una de las obras maes­tras del ge­nial Junji Ito: Tomie. Recuéstense pa­ra co­no­cer lo que hay de te­rro­rí­fi­co en el amor y dis­fru­ten; vi­da só­lo hay una y el amor, des­pués de Tomie, se aca­ba igual que la vida.

    ¿Alguna vez has que­ri­do tan­to a una per­so­na que lo da­rías to­do por ella? Uno de esos amo­res que sa­bes que te des­trui­rán psi­co­ló­gi­ca­men­te y aca­ba­ran ani­qui­lan­do tam­bién tu cuer­po. Uno de esos amo­res que so­lo cor­tan­do en pe­que­ños pe­da­zos mi­núscu­los el ob­je­to ama­do se con­se­gui­ría lle­gar a com­ple­tar su círcu­lo. ¿Nunca? Entonces no has co­no­ci­do to­da­vía a Tomie.

    Tomie es la chi­ca de tus sue­ños, es­pec­ta­cu­lar­men­te be­lla, cau­ti­va­do­ra y tam­bién fría co­mo un tém­pano de hie­lo. Algún día tus pa­sos se cru­za­ran con los su­yos. No te­mas no re­co­no­cer­la, cuan­do la veas sa­brás in­me­dia­ta­men­te que es ella.

    Quizás, si tu suer­te lo de­ci­de, pue­da de­jar­te es­tar a su la­do. Eso sí, an­tes ten­drás que ha­cer lo que te pi­da. Será im­po­si­ble re­sis­tir­se a ello, por su­pues­to. Pero no te equi­vo­ques, nun­ca ja­más se ena­mo­ra­ra de ti. Es más, se reirá de tus pa­té­ti­cos de­seos y te ha­rá pro­bar su dul­ce cruel­dad. Quizás su in­di­fe­ren­cia te vuel­va lo­co, pe­ro pro­ba­ble­men­te ya lo es­ta­bas an­tes de to­das for­mas. Quizás in­clu­so de­ci­des des­car­gar al fi­nal tu lo­cu­ra con­tra Tomie ha­cién­do­la tan­to da­ño co­mo ella te ha he­cho a ti. No te preo­cu­pes, Tomie vol­ve­rá una y otra vez sin im­por­tar lo que le ha­gas. Lo lle­va ha­cien­do mu­cho tiem­po an­tes de que la co­no­cie­ras y lo se­gui­rá ha­cien­do to­das las ve­ces que ha­gan fal­ta. Lastima que no va­yas a es­tar vi­vo pa­ra verlo.

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