El día se presenta espectacular. Despiertas unos minutos antes de que el despertador despliegue su poderío sonoro y te obligue a comenzar esa serie de rituales matutinos que tan bien y con tanto esfuerzo has asimilado a lo largo de los años. Pero hoy es diferente, algo ha cambiado tras años estancado en un puesto monótono de nula responsabilidad, proyección ridícula en un gigante corporativo, uno de esos gigantes en los que anhelabas trabajar en tu etapa de estudiante; los mismos que te prometieron que con trabajo, esfuerzo y compromiso aumentarían tus responsabilidad y tu peso en la empresa. Hoy por fin vas a plantarte ante aquellos que te garantizaron un futuro brillante en La Empresa para decirles que no quieres seguir formando parte de su carnicería idiota.
Hoy el camino diario al frío y anodino recinto empresarial parece diferente, no sabes si es por el extraño sol que ilumina las calles, si son las temperaturas primaverales —esas mismas que te permiten salir en mangas de camisa a la calle en pleno mes de octubre sin miedo a perder la movilidad en tus miembros — , en el fondo sabes que a partir de hoy serás una persona libre, jamás volverás a pertenecer a esos inanimados ejércitos pertrechados con trajes y corbatas de dudoso gusto y peor confección.