A veces se aboga por un innecesario barroquismo que hace todo algo infinitamente más complejo sin en realidad aportar ninguna nueva capa al conjunto. Después de decenas de iteraciones de los juegos más populares de deporte su complejidad les ha llevado a ser un divertimento de una masa ilustrada únicamente en una clase de juego. Sin embargo el mesías del juego de fútbol de partida rápida y sencilla nos llegó con Fitba.
La mayor baza de Fitba es su minimalismo extremo que queda patente ya desde su bajo precio o la pantalla de selección de modos, una oda a la sencillez donde los grapic whores ya se suicidarían. Pero si alguno quedara vivo hasta llegar al campo de juego, cosa que dudo sinceramente, acabaría el resto de sus días en un psiquiátrico maldiciendo el nombre de Triple B Games. Jugadores que son apenas esbozos de personajes, unas físicas exageradas y las reglas del fútbol llevadas al minimalismo más absoluto alejan Fitba del jugador medio actual. Pero su estilo, heredero de Sensible Soccer, consigue su adicción mediante cuatro pinceladas gordas muy bien puestas. Jugar es un primor, las partidas apenas si duran cinco minutos y puedes decidir un torneo entero en menos de una hora preparándolo en menos de un par de minutos. Así un juego sencillo, sin más chicha que la de jugar por jugar, se convierte en un aparato adictivo con el cual matar los ratos entre partidas o esos quince minutos sueltos al día. O mejor aun, con un grupo de amigos en un pequeño torneo rápido donde el ganador no se decide por el cual tiene el mejor equipo o sabe trampear mejor, sino por el que tiene más suerte y, sobretodo, más maña con el mando en ese momento.
Adiós, juegos que premian un juego errático e informe, de nuevo tenemos una alternativa dinámica, sencilla, divertida y muy hardcore para jugar de mentiras como si fuera de verdad a fútbol. Con piques, con empujones al que está al lado, con unas patatas y unos refrescos sobre la mesa. Las cosas sencillas, en ocasiones, nos dan aquellos grandes momentos de la vida.