Aunque el estado natural de la naturaleza sea el conflicto esto no significa que la guerra tenga una justificación natural; la guerra es un invento plenamente humano. Y además, ni siquiera luchan los que se benefician de la guerra, sino que han de ser los jóvenes quienes luchen por una batalla que, lejos de estar cerca de sus intereses, es como un simple trabajo más. El problema es que este trabajo te niega tu condición de ente social, como nos demuestra el excelente documental danés Armadillo de Janus Metz.
Un grupo de soldados daneses van durante 6 meses en misión de paz a Afganistan para salvaguardar el orden de los talibanes que atacan la zona en los alrededores del campamento conocido como Armadillo. A partir de aquí conoceremos las penas y glorias desde su salida hasta su vuelta de su Dinamarca natal. Pero si algo es este documental es pornográfico. Y lo es porque nos presenta la realidad, el día a día, de un grupo de hombres que han dejado de ser civiles para ser una instancia superior, una instancia ordenadora. Y, del mismo modo que el actor porno se sitúa por encima del sexo, el militar se sitúa por encima de la sociedad civil. Entre medias todo es una exhibición de normalidad; jóvenes apenas si adultos haciendo lo mismo que harían en sus casas mientras trabajan de sol a sol para mantener la paz en una región recóndita que poco o nada les importa. Y, aun detrás de toda esa dureza, de esa supuesta implacable imperturbabilidad, son humanos. Cuando un civil muere, se derrumban, y entonces cruzan la mirada con la realidad; ellos ya no son civiles ni podrán serlo jamás, son herramientas cuyo sitio está lejos de una sociedad a la que deben reprimir y controlar. Y esta es la historia de Armadillo, como de unos jóvenes normales como los que puede encontrar cualquier día en las aulas de bachillerato de su instituto más cercano se convierten no en hombres, sino en herramientas institucionalizadas.
Al final de todo, durante los créditos, descubrimos que la mayor parte del equipo ha vuelto o va a volver durante 2011 a Armadillo, como una hermandad. No nos debería sorprender, los civiles están a un nivel de conatus diferente al suyo propio mientras que sólo sus compañeros, sólo Afganistan, les hace ser un uno igual al resto de quienes le rodean. Lo peligroso de las guerras no son las guerras en sí, sino el hecho mismo de inicio de convertir a los ciudadanos en fríos y eficientes soldados. El valor del heroísmo bélico es la perdida de la posibilidad de ser como humano.