El amor y la pasión de un fan no entienden de malas decisiones tomadas por el mercantilismo. Si los fanfictions hace tiempo que son odas pasionales con calidad en ocasiones que compite con las de las obras originales en el cine no iba a ser esto menos. Y con el excelente cortometraje Street Fighter: Legacy nos demuestran que es posible hacer una buena adaptación con todo el sabor del videojuego.
Dirigido por Joey Ansah y Owen Trevor el corto nos relata un breve pero intenso combate de Ryu y Ken en la eterna búsqueda del primero de Akuma, el asesino de su maestro. La caracterización soberbia no sería nada sin una fotografía muy bien elegida que con sus colores apagados y su profusión de primeros planos nos mete en la tensa, aunque honorable, lucha entre los dos héroes de idéntico estilo de combate. Un sabio abuso de la cámara lenta realza una coreografía espectacular, sin llegar a los excesos del wuxia pero sin quedarse en un mero toma y daca rítmico sin épica. Su ritmo brusco que alterna entre pausas dramáticas y un reparto acelerado de golpes crea un contraste más propio del estilo del videojuego que del cine. Y ahí está el gran logro de este corto. Consigue hibridar la estética del videojuego en el propio seno del cine, no calcando lo formal que tienen en común, sino imitando sus propios pulsos dramáticos. Así incluso los modestos, aunque muy reseñables, efectos especiales nos da lugar a un espectacular hadouken que en su parsimonia de ejecución y avance termina por sumergirnos en el ritmo que llevaríamos haciendo las mismas acciones aporreando nuestros botones.
Como un shoryuken este corto es un directo (de fuego) a la mandíbula de los estudios de cine que, todavía, parecen no haber sabido transportar la verdadera esencia del videojuego al cine. Con estos ejercicios estamos un paso más cerca de ver que se puede conseguir cuando chocan ambos mundos cuando el que lo provoca siente un genuino interés por ello. Las hostias, si bien adaptadas, duelen el doble.