Viaje, de Yuichi Yokoyama
Desde la perspectiva humana el viaje es el momento en que ocurre la vida, el momento en que se va desde un punto de partida hasta un punto de finalización siendo el viaje en sí todo lo que ocurre en ambos puntos incluidos los puntos en sí mismos. Ahora bien, cuando hablamos de viaje siempre hablamos de un viaje para sí pues, de ser ajeno el viaje de la evolución que acomete éste mismo, nunca llegaríamos a destino alguno: el viaje necesita avanzar, aun cuando sea hacia un punto desconocido, para poder constituirse como tal. Esto, que en cierta medida deslegitima ya el viaje más mítico de cuantos hay
El caso de Viaje de Yuichi Yokoyama es problemático por su condición de abstracción libre: no hay palabras, no hay perspectiva; todo parece diseñado desde la mirada de un geómetra ebrio en el interior licuado de un agujero negro monocromo. El crítico medio afirmará que tiene una perspectiva propia de la acción, basada en una abstracción violenta, en la cual prima la condición de acción del agente sobre el agente en sí mismo ‑lo cual, por otra parte, es perfectamente asumible e incluso correcto- pero se perderían al afirmar que se da todo desde una perspectiva maquínica, la cual es completamente inexistente en la obra. Aquí no encontramos en momento alguno un maquinismo que dote de una perspectiva científico-humanista que nos permita comprender el mundo, sólo que aun sin desentrañar, sino que toda perspectiva aquí es obliterada de toda condición humana de factibilidad; todo cuanto se nos enseña es el punto de vista de un animal, insecto, máquina o cualquier objeto inanimado.