Cada sociedad tiene una serie de convenciones y formas sociales que, aun cuando vivimos en la aldea global, son indisolubles del propio carácter de la población del lugar. Incluso en el mundo anglosajón, tan aparentemente uniforme, pretender que ingleses y estadounidenses tengan un cierto carácter común, extensivo el uno de los otros, sería una desquiciada distopía. Sin embargo existen grandes diferencias culturales incluso entre iguales y eso se ve muy claramente en el pésimo primer episodio del remake americano de Skins.
Y es que la versión americana es prácticamente un calco de la versión inglesa. Copian todo escena a escena, prácticamente plano a plano, apenas si introduciendo unas mínimas variaciones para insuflar un cierto carácter propio pero entonces, ¿cual es el problema? Ese carácter propio. No se puede pretender copiar paso a paso una idea anterior pero añadiendo fuertes brochazos sin pretender que el resultado sea completamente diferente. Así tenemos unos personajes totalmente fuera de papel, con un Tony que brilla por su ausencia de intelecto, un Sid versión emo para nada ridículo y una Cassie totalmente anodina. El problema es cuando los personajes se siguen tratando entre si por sus cualidades perdidas, incluso llegando a la pura incoherencia en el trato, moneda común en la visión distorsionada que tenemos de los personajes. Todo se mueve en unos terrenos pantanosos en los que Sid es un pusilánime que se deja llevar, Cassey es una zorra drogadicta con el encanto de un trozo de carbón y el resto figuras en blanco ausentes de personalidad. Añadir a eso la dinamitación de los valores técnicos que hicieron celebre la versión original ‑ya sean los preciosos planos o la perfecta elección musical- hacen de este un remake innecesario e insalvable.