Mi vida en la ciudad era fácil hasta que el gobierno, esos malditos burócratas, decidieron que era la persona ideal para parar las brutales tropelías de mis antiguos compañeros. Yo había re-hecho mi vida, había dejado atrás mi vida de forajido y ahora era una persona honrada que vive según la ley. El viaje en tren fue aburrido, dos viejas puritanas británicas y una joven con un pastor luterano dándose la brasa mutuamente sobre Dios. Doy gracias cuando llegamos a nuestro destino, Armadillo.
Me gustaría contaros que paso exactamente entonces pero os valdrá con saber que me dispararon y una mujer, una buena mujer, me salvo la vida. A pesar de su típica actitud condescendiente y ofensiva con los extranjeros de la América profunda estaba en deuda con ella. Ayudaba a Bonnie en todo lo que podía, domar caballos, llevar al ganado a pastar o simplemente, llevarla al pueblo a comprar suministros. También nos divertimos a veces con carreras de caballos donde, por supuesto, gané cuando infravaloró mi capacidad. Pero cuando sentí que mi deuda se había saldado, me fui a lo que había venido, a por venganza.