Etiqueta: Kennedy

  • Un cierto momento del tiempo. Análisis de la objetividad y la subjetividad a través del plano secuencia

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    Cuando ha­bla­mos al res­pec­to del ci­ne, uno de los ele­men­tos que atrae­rán de for­ma sis­te­má­ti­ca la mi­ra­da de Gilles Deleuze es el de plano se­cuen­cia Ahora bien, ¿qué es el plano se­cuen­cia? Para sa­ber­lo lo me­jor se­rá acu­dir a las pa­la­bras del maes­tro del plano se­cuen­cia, a la sa­zón uno de nues­tros ob­je­tos de es­tu­dio a tra­vés del cual vis­lum­brar al­gu­na cla­se de con­clu­sión con res­pec­to de la obra de Deleuze, Pier Paolo Pasolini:

    Observemos el film de 16 mm. que un es­pec­ta­dor, en­tre la mul­ti­tud, ro­dó so­bre la muer­te de Kennedy. Se tra­ta de un plano-secuencia; y es el más ca­rac­te­rís­ti­co plano-secuencia.

    El espectador-operador, en efec­to, no eli­gió án­gu­los vi­sua­les: fil­mó sim­ple­men­te des­de don­de se en­con­tra­ba, en­cua­dran­do lo que su ojo —me­jor su ob­je­ti­vo— veía.

    El plano – se­cuen­cia ca­rac­te­rís­ti­co es, por lo tan­to, una to­ma «sub­je­ti­va»PASOLINI, P.P., Discurso so­bre el plano-secuencia o el ci­ne co­mo se­mio­lo­gía de la reali­dad, Problemas del Nuevo ci­ne, Alianza, Madrid, 1971, p. 61, En li­nea: http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com.es/2009/11/pier-paolo-Pasolini-discurso-sobre-el.html.

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  • en la crónica del crimen se narra el asesinato y la opinión

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    Un buen mo­do de co­no­cer el au­tén­ti­co ca­rác­ter de las per­so­nas de una épo­ca es es­tu­diar su com­por­ta­mien­to en ca­sos ex­tre­mos; ver a las per­so­nas cuan­do caen las más­ca­ras de la cul­tu­ra. Pero es­to, que se pue­de pre­sen­ciar a tra­vés del con­tras­te de di­fe­ren­tes tra­ba­jos his­tó­ri­cos, ¿co­mo se po­dría pre­sen­ciar en la es­tric­ta con­tem­po­ra­nei­dad? A tra­vés de la cró­ni­ca ne­gra de la pren­sa. Y na­da me­jor que ele­gir a los pre­mios pu­litzer de los mis­mos pa­ra pre­sen­ciar­lo en to­do su es­plen­dor, co­mo nos pro­po­ne Asesinato en América edi­ta­do por Simone Barillari y pu­bli­ca­do por Errata Naturae.

    Desde 1924 has­ta 1999 pre­sen­cia­mos los ocho ase­si­na­tos más atro­ces, o al me­nos re­le­van­tes, que con­mo­cio­na­ron la irre­gu­lar paz del te­rri­to­rio co­no­ci­do co­mo Estados Unidos. Los ase­si­na­tos son de to­do ca­rác­ter y ti­po­lo­gía ca­si pa­re­cien­do una ca­ta­lo­ga­ción de las di­fe­ren­tes po­si­bi­li­da­des que ti­ñe­ron de san­gre el si­glo XX a Occidente; co­mo si fue­ra un au­tén­ti­co apén­di­ce de la muer­te vio­len­ta y sus eje­cu­to­res de un tiem­po in­me­dia­ta­men­te pa­sa­do. Desde el ase­si­na­to po­lí­ti­co que lle­va a la con­mo­ción pú­bli­ca de Kennedy has­ta el lin­cha­mien­to pú­bli­co que su­frie­ron Holmes y Thurmdom nos en­se­ñan la otra ca­ra de la vi­da del ciu­da­dano me­dio: el pá­ni­co que pa­ra­li­za y en­ve­ne­na la exis­ten­cia teó­ri­ca­men­te po­si­ti­va de la ma­sa. En cier­to mo­do se­ría pa­ra­le­lo al de Los Ángeles de la Muerte, un gru­po de eje­cu­ción de la sec­ta Nación de Yahvé, al en­se­ñar­nos co­mo la ma­sa cuan­do se le es in­cul­ca­do no es nun­ca ino­cen­te. Pero tam­bién se nos mues­tra cla­ra­men­te co­mo el in­di­vi­duo tam­po­co es ino­cen­te pues el mar­gi­na­do, el lo­co, el fri­ki siem­pre aca­ba bus­can­do su ven­gan­za; des­de el día de lo­cu­ra de Howard Unruh has­ta la Caza del Hombre o la ma­sa­cre de Columbine to­das las acu­sa­cio­nes aca­ban ani­dan­do en la mis­ma lum­bre: la lo­cu­ra del mar­gi­na­do, del otro, co­mo fuen­te del do­lor pro­pio. En es­te úl­ti­mo, afor­tu­na­da­men­te, se in­ter­pe­la la cul­pa­bi­li­dad de la so­cie­dad en­te­ra en un jui­cio cer­te­ro de los he­chos: el lo­co o el mar­gi­na­do no hu­bie­ra ase­si­na­do a na­die si se le hu­bie­ra pres­ta­do la aten­ción que es­te de­man­da­ba y no las bur­las, el ig­no­rar­le in­clu­so, que se le concedía.

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