Kiss Kiss, Bang Bang, de Shane Black
Los problemas de género en el sentido más contemporáneo posible, en la confrontación de las ideas de género que subyacen bajo una taxonomía biológica, son uno de los problemas que desarrolla Kiss Kiss, Bang Bang tanto en sus personajes como en su propia estética. La puesta en cuestión de los más esenciales roles de género, yendo incluso más allá de la concepción de rol de género meramente sexual, será el caballo de batalla que permitirá de una forma más exacta dejar entrar a las problemáticas sociales de nuestro tiempo en la película; si es diferente y va más allá de una irónica auto-consciencia, es precisamente por su capacidad de desestructurar los roles de género hacia un nuevo paradigma.
Desde una perspectiva feminista, incluso más que de género, Harmony Faith Lane es el personaje más (controvertidamente) interesante: una mujer con firmes ideas sobre la (des)igualdad —como nos demuestra cuando afirma que Santa Claus, una película de los 50’s, demuestra un terrible caso de racismo hacia la figura de Rudolph: los otros renos le quieren sólo por su nariz brillante, que sería equivalente al cliché de los blancos que sólo quieren al negro cuando descubren que es bueno jugando al baloncesto— pero que, sin embargo, no invoca a su respecto: se sabe más valioso como objeto que como individuo y, por extensión, no pasa nada porque un hombre le toque un pecho mientras la creía dormida. Esa contradicción del personaje, su sexualidad liberada que sería el sueño del protagonista de no ser porque éste ya no es un tipo duro y oscuro —tema para abordar dentro de un instante — , nos permite ver la contradicción esencial de cualquier figura femenina adaptada al pensamiento feminista avant la lettre: si está liberada sexualmente, puede caer en la cosificación; si reprime su sexualidad, se sitúa en un rol pre-contemporáneo — ¿la propuesta de Shane Black? Dinamitar el deseo.