Etiqueta: Kyle

  • la censura como acto terrorista

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    Todas las gran­des his­to­rias em­pie­zan con una apues­ta y la ca­za de un le­pre­chaunt. No es de ex­tra­ñar que cuan­do se le cap­tu­re se la­men­te y nos cul­pe de que aho­ra los te­rro­ris­tas con­se­gui­rán ata­car con éxi­to el mun­do de fan­ta­sía del que pro­ce­de. Así es co­mo Kyle, Stan, Kenny y Butters aca­ban en Imaginolandia.

    Por ca­sua­li­dad los chi­cos de South Park se en­cuen­tran con el al­cal­de de Imaginolandia, el cual les lle­va allí pa­ra que co­noz­can su pro­pia ima­gi­na­ción. La ca­tás­tro­fe se ave­ci­na y unos te­rro­ris­tas is­lá­mi­cos arra­san con gran par­te de la ima­gi­na­ción, ha­cién­do­se con el po­der en el lu­gar pa­ra ata­car Occidente. Mientras Stan y Kyle con­si­guen huir, Butters se que­da atrás te­nien­do que se­guir con vi­da en Imaginolandia. A la vuel­ta, en el mun­do real, Cartman exi­ge por con­tra­to que Kyle le prac­ti­que se­xo oral al ha­ber­se de­mos­tra­do la exis­ten­cia de los duen­des. Así se ini­cia es­te via­je ini­ciá­ti­co don­de el ver­da­de­ro hé­roe de la his­to­ria es el eterno se­cun­da­rio Butters. Aquí Butters se con­vier­te en el úni­co ca­paz de sal­var a la ima­gi­na­ción mien­tras sus ami­gos Stan y Kyle in­ten­tan ayu­dar­le des­de la reali­dad al prin­ci­pio, en Imaginolandia des­pués, a pe­sar de la opo­si­ción ba­sa­da en el egoís­mo y la im­be­ci­li­dad de Cartman y el gobierno. 

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  • prejuicioplastia

    Uno no na­ce sino que se ha­ce, los im­pe­ra­ti­vos bio­ló­gi­cos son una guía de co­mo so­mos pe­ro no ne­ce­sa­ria­men­te de co­mo de­sea­ría­mos ser o co­mo nos sen­ti­mos. Dentro o fue­ra son di­fe­ren­cias abis­ma­les co­mo en pri­mer ca­pí­tu­lo de la no­ve­na tem­po­ra­da de South Park.

    El se­ñor Garrison se ha­ce una ope­ra­ción pa­ra con­ver­tir­se en mu­jer, que es co­mo real­men­te se sien­te en su in­te­rior. Esto aca­ba con su re­la­ción con el se­ñor Leather «un ma­ri­cón» mien­tras se com­por­ta con to­dos los ras­gos de­fi­ni­to­rios es­te­reo­ti­pa­dos de lo que un hom­bre cree que es una mu­jer. Además Kyle se ha­ce una ne­gro­plas­tia y su pa­dre una del­fi­no­plas­tia pa­ra, al fi­nal, dar­se cuen­ta que el cam­biar lo ex­te­rior de una per­so­na no de­fi­ne lo in­te­rior. El men­sa­je nor­ma­ti­vo nos di­ce que aun­que nos sin­ta­mos mu­jer, ne­gro o del­fín si no he­mos na­ci­do así ja­más po­dre­mos lle­gar a ser­lo por­que, a fin de cuen­tas, eso no es na­tu­ral. Pero la na­tu­ra­le­za ha muerto.

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