Etiqueta: Last Summer

  • el viaje del héroe continua

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    Llegamos ya a la ter­ce­ra y úl­ti­ma en­tre­vis­ta de es­ta tri­lo­gía con Marlon Dean Clift. Esta vez abor­da­mos el ex­ce­len­te dis­co co­no­ci­do co­mo Suddenly, Last Summer que pue­den en­con­trar y des­car­gar de for­ma gra­tui­ta tal que aquí. Hablamos de in­fluen­cias del ci­ne, lo pai­sa­jís­ti­co, lo in­tem­po­ral y nos hun­di­mos en los cam­pos pu­ra­men­te mu­si­ca­les pa­ra en­con­trar una vi­sión ab­so­lu­ta­men­te per­so­nal de la mú­si­ca y del mun­do. No se pier­den por na­da del mun­do el fi­nal de una se­rie de en­tre­vis­tas he­chas des­de lo más hon­do de las en­tra­ñas. Y re­cuer­den leer las otras dos par­tes: Almost Ghost y Heavenly Creatures.

    A. Siento una es­pe­cial fas­ci­na­ción por Suddenly, Last Summer de­bi­do a que ten­go la sen­sa­ción de que es­tá muy pre­sen­te el te­ma de fu­ti­li­dad. La mú­si­ca, el co­mo se va de­sa­rro­llan­do to­do, ca­si pa­re­ce una acep­ta­ción de lo vo­la­ti­les ‑aun cuan­do maravillosos- que son los sen­ti­mien­tos hu­ma­nos. ¿Hay qui­zás al­go de es­to en el disco?

    M. Sí, la ima­gen del ve­rano es­tá ahí por eso, pe­ro tam­bién pa­ra se­ña­lar un com­po­nen­te trá­gi­co, no ex­plí­ci­to, que se ha­lla pre­sen­te a lo lar­go de to­do el dis­co. La idea en­ton­ces era com­pri­mir una se­rie de su­ce­sos que tie­nen lu­gar du­ran­te un ve­rano, fa­tí­di­co, co­mo in­di­ca el pro­pio título.

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  • puedo ver más allá de tu belleza

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    En oca­sio­nes al­go ya lo he­mos vi­vi­do y, en oca­sio­nes aun más es­pe­cia­les, ya he­mos co­no­ci­do a al­guien. Esas per­so­nas úni­cas y es­pe­cia­les sa­be­mos que han es­ta­do siem­pre atra­ve­san­do nues­tra vi­da, si­len­cio­sas pe­ro evi­den­tes. Y es lo que ve­mos en Two Times You de Marlon Dean Clift.

    Con un de­li­ca­do y su­til piano so­bre una ba­se ce­les­tial la voz so­bre­vue­la pa­cien­te a me­dio ca­mino en­tre los ada­li­des del jazz más ar­mo­nio­so y am­bien­tal. El re­sul­ta­do, pre­cio­so, no ha­ce más que en­fa­ti­zar la be­lle­za in­ter­na de la pro­pia can­ción. El des­tino, una chi­ca, al­go que ya he­mos vi­vi­do pe­ro sa­be­mos que, así, es­tá bien y que po­dría­mos vi­vir siem­pre a la luz de sus cá­li­dos ojos. Las trom­pe­tas, co­mo las du­das, co­mo el tiem­po, nos ha­cen plan­tear­nos y pen­sar que hay de cier­to en es­te oní­ri­co e ideal cuen­to de ha­das don­de nun­ca po­de­mos sa­ber con cer­te­za que es lo que sentimos.

    Mientras las úl­ti­mas no­tas se eva­po­ran en el ai­re so­lo que­da la cer­te­za de que no po­de­mos huir de la sin ra­zón de nues­tro des­tino. Sea el des­tino, sea so­lo una chi­ca lo im­por­tan­te es lo que nos ha­ce sen­tir. El amor o el infinito.