Según Paul Virilio la fotografía no es un arte ya que representa imágenes absolutamente objetivas, carentes de cualquier subjetividad propia del autor que las hagan arte. Esto es así porque la cámara juega a una velocidad mayor que la percepción humana y congela tanto el tiempo absoluto como el tiempo del hombre. Pero si la fotografía destruye el tiempo del hombre, ¿qué no hará entonces el cine con nosotros?
En este caso sería posible una película tan obscenamente brutal, tan absolutamente objetiva que su auténtico horror llevaría a la más terrible de las locuras psicóticas a todo aquel que la presencie. Al menos así lo cree el Sr. Ballinger, un coleccionista de películas oscuras y extremas haciéndole el encargo de la búsqueda de tal película al gerente de una ruinosa sala de cine cuyo nombre es Kirby Sweetman, que es su yerno. La búsqueda de Sweetman de la demencial La fin absolue du monde le llevará por los más pútridos y brutales renglones de la industria del cine. Así conocerá el horror que fue capaz de producir una película que no dejo vivo más que a un crítico en un tormentoso viaje final. Incluso cuando choque de frente con la realidad de la existencia del cine snuff no se echará atrás y seguirá con su incansable búsqueda de la película que, además, le permitirá seguir manteniendo en pie su cine. Así John Carpenter nos presenta y desarrolla su excelente Cigarette Burns, un mediometraje concebido para la serie de terror Masters of Horror.