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  • las maquinas del presente, los humanos del futuro

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    En oca­sio­nes pa­ra en­ten­der el fu­tu­ro só­lo nos res­ta el he­cho de mi­rar con pa­sión ha­cia un fu­tu­ro más pro­fe­ci­ta­do que ra­cio­na­li­za­do. Cuando la pa­sión se en­cuen­tra el co­que­teo; el jue­go dia­léc­ti­co, se ocu­rre con la na­tu­ra­li­dad que le es pro­pia a aquel que sa­be que es­tá ha­cien­do lo que más de­sea en ese mo­men­to. La ma­gia se en­cuen­tra en la re­ci­pro­ci­dad del he­cho de la pro­pia com­pli­ci­dad. Ahí se en­cuen­tra el jue­go don­de se dispu­ta la muy in­tere­san­te Beyond The Machine de Marlon Dean Clift.

    Varias me­lo­días se van so­la­pan­do, bai­lan­do en una com­par­sa per­fec­ta­men­te eje­cu­ta­da; equi­li­bra­da, en la cual el so­lip­sis­mo en el que se en­raí­zan en bu­cle só­lo es una ex­cu­sa pa­ra se­guir cer­ca del otro. La can­ción va evo­lu­cio­nan­do a tra­vés de la me­lo­día de piano que se ve co­rres­pon­di­da siem­pre de un mo­do equi­va­len­te, en res­pues­ta, por los so­ni­dos elec­tró­ni­cos que apa­re­cen a sus es­pal­das. Como en una con­ver­sa­ción mi­li­mé­tri­ca, bien pen­sa­da, es­con­de su pa­sión en­tre ca­pas de di­fe­ren­tes sig­ni­fi­ca­dos de­jan­do en­tre­ver la mis­ma só­lo en sus trans­pa­ren­cias. Una per­so­na in­ter­ac­tuan­do con una má­qui­na, lo que en prin­ci­pio to­do pa­re­cían res­pues­tas au­to­má­ti­cas po­co a po­co, con la in­ter­ac­ción fí­si­ca, to­do se va tor­nan­do pa­sio­nal; hu­mano. Al fi­nal se en­tre­mez­clan y con­fun­den, no se es ca­paz de dis­tin­guir has­ta que pun­to uno es hu­mano y el otro sin­té­ti­co; has­ta que pun­to uno de los dos no es sino una cons­truc­ción ex­qui­sí­ta­men­te ar­ti­fi­cial. Y es que, en úl­ti­mo tér­mino, Beyond The Machine no es más que la his­to­ria del amor en los tiem­pos del transhumanismo.

    Entre di­fe­ren­tes me­lo­días, en­tre ite­ra­cio­nes ló­gi­cas y sen­ti­men­ta­les, el úni­co re­sul­ta­do es la con­fluen­cia de to­do en un mis­mo blo­que úni­co. ¿Qué es ser hu­mano cuan­do la con­di­ción de hu­mano es re­pli­ca­ble tecnológicamente?¿Qué nos im­pi­de ena­mo­rar­nos de una ma­qui­na y ser co­rres­pon­di­dos por es­ta cuan­do, fi­nal­men­te, los sen­ti­mien­tos han si­do per­fec­ta­men­te geo­me­tri­za­dos? Al fi­nal del ca­mino la úni­ca di­fe­ren­cia es cuan­do y co­mo se ha con­se­gui­do la ca­pa­ci­dad de man­te­ner una re­la­ción au­tó­no­ma con lo otro.