Durante décadas se han tratado las obras de arte como cadáveres. Cosas a despiezar en diferentes componentes para su consumo, degustando y juzgando por separado cada uno de sus elementos como si no conformaran un todo, un ser vivo, cuya naturaleza requiere un acercamiento holístico. Como si el arte pudiera juzgarse por el valor de cada uno de sus elementos en el vacío, en vez de cómo se construyen en conjunto. Algo en lo que el videojuego no es ninguna excepción.
Por eso deploro el análisis que pretende separar el videojuego en secciones, tratándolo como un producto tecnológico —matando su alma, negándole su carácter artístico — , porque lo disecciona como lo haría con el cadáver de una vaca o un cerdo: no tratándolo como un ser, sino como un ente. Algo a consumir y que se valora por el beneficio que nos ofrece y no por su valor intrínseco, por la belleza inherente al hecho de existir y ser un sistema complejo que no debería funcionar, mucho menos existir, pero lo hace. Algo que me resulta particularmente sangrante cuando hablamos de un juego tan inextricablemente atado a su forma como Amnesia: The Dark Descent.
(más…)