Etiqueta: metacine

  • La cultura es el arte que se expande a través del enciclopedismo popular

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    Es tra­di­ción en es­ta san­ta ca­sa que en to­da ce­le­bra­ción de Halloween se in­vi­ten a los ami­gos pa­ra que es­cri­ban so­bre los már­ge­nes del te­rror que a un ser­vi­dor se le ha­yan es­ca­pa­do o, co­mo en es­te ca­so, que no los ha­ya tra­ta­do des­de to­das las pers­pec­ti­vas po­si­bles. Para abrir fue­go te­ne­mos a uno de los co­la­bo­ra­do­res más cons­tan­tes de és­te blog, Henrique Lage, ha­blán­do­nos de The Cabin in the Woods

    The Cabin in the Woods, de Drew Goddard

    Hace tiem­po me afi­cio­né has­ta la ob­se­sión con lo que con­si­de­ro una de las me­jo­res pla­ta­for­mas web pa­ra los aman­tes de la fic­ción: TVtropes.org. Se tra­ta de una wi­ki edi­ta­ble don­de se agru­pan, por chis­to­sos nom­bres, to­dos los tó­pi­cos co­mu­nes en la fic­ción, y con ello, to­das las he­rra­mien­tas y re­cur­sos que los au­to­res re­ci­clan o bur­lan en sus his­to­rias. Lo in­tere­san­te es que ca­da ob­je­to cul­tu­ral que tie­ne una fi­cha en es­ta wi­ki su­fre un aná­li­sis qui­rúr­gi­co que no só­lo po­ne al des­nu­do to­do lo que lo com­po­ne, sino que le po­ne en re­la­ción a otros, ya que a su vez, ca­da tó­pi­co des­cri­to en la fi­cha tie­ne su pro­pia fi­cha, lo que ex­tien­de una lar­ga lis­ta de fic­cio­nes que com­par­ten el mis­mo recurso.

    TVtropes me pa­re­ce una pá­gi­na de re­fe­ren­cia e im­pres­cin­di­ble a la ho­ra de tra­tar des­en­tra­ñar cons­tan­tes ge­né­ri­cas o de en­con­trar des­glo­sa­da una obra. El ni­vel me­ta­re­fe­ren­cial es tal que al­gu­nas de las fi­chas son, a su vez, un tó­pi­co de otro ti­po de fi­chas. En es­te ab­so­lu­to caos, lo im­por­tan­te es la mano que es­tá de­trás, que or­ga­ni­za y cla­si­fi­ca a la per­fec­ción el cú­mu­lo de re­fe­ren­cias, enu­me­ra­das has­ta ato­mi­zar ca­da obra de ficción.

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  • El espejo es la recursividad del objeto que se mira a sí mismo

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    El es­pe­jo, de Jafar Panahi

    Uno de los ma­yo­res pro­ble­mas al ha­blar so­bre el rea­lis­mo es co­mo la gen­te es in­ca­paz de no re­du­cir to­da pos­tu­ra con res­pec­to de la reali­dad en círcu­los con­cén­tri­cos ba­sa­dos en la pu­ra per­cep­ción. Esto no se­ría un pro­ble­ma sino fue­ra por­que no cual­quier cla­se de per­cep­ción va­le, pues los ani­ma­les ‑sin ir­nos (aun) ha­cia re­trué­ca­nos ontológicos- tam­bién tie­nen per­cep­ción del mun­do y de sí mis­mo, ya que só­lo se ad­mi­te co­mo vá­li­da aque­lla per­cep­ción que con­si­de­ra­mos co­mo su­pe­rior; en cual­quier apre­cia­ción de la reali­dad hay una he­ge­mo­nía de la mi­ra­da hu­ma­na con res­pec­to de cual­quier otra for­ma de per­cep­ción exis­ten­cial. Si Berkeley de­cía que ser es ser per­ci­bi­do no se re­fe­ría tan­to a ser per­ci­bi­do co­mo a ser vis­to; no es vá­li­do que los de­más nos hue­lan, nos sien­tan, nos no­ten o nos sa­bo­reen ‑aun­que, qui­zás, si es vá­li­do has­ta cier­to ni­vel que nos oi­gan, pe­ro in­clu­so en­ton­ces de­be­re­mos ma­ni­fes­tar­nos co­mo vi­si­bles en al­gún momento- por­que se ha es­ta­ble­ci­do que la úni­ca for­ma de aprehen­der la reali­dad es a tra­vés de la per­cep­ción ba­sa­da en la vis­ta humana.

    Esto es un pro­ble­ma. Y es un pro­ble­ma no só­lo por­que nos si­túa a Diderot, y su Carta a los cie­gos, en el lu­gar de un ma­ma­rra­cho que afir­ma que los cie­gos co­no­cen la reali­dad ‑lo cual lo pri­me­ro ya es afir­ma­do ale­gre­men­te por la aca­de­mia y lo se­gun­do es plan­tea­do en el tono con­des­cen­dien­te con el que se tra­ta la ceguera‑, sino que tam­bién lo es en tan­to li­mi­tan to­da po­si­bi­li­dad de con­cep­ción del mun­do ha­cia la ex­tre­ma­da­men­te li­mi­ta­da vi­sión per­cep­ti­va del hom­bre. Es por ello que, de re­pen­te, en­con­tra­mos des­agra­da­bles su­pues­tos on­to­ló­gi­cos de cor­te idea­lis­ta: los cie­gos no per­ci­ben la reali­dad, los ani­ma­les exis­ten fue­ra de la con­for­ma­ción del mun­do y el hom­bre es en el mun­do en tan­to con­for­ma el mun­do; es­ta pers­pec­ti­va idea­lis­ta anu­la cual­quier con­cep­ción fí­si­ca de la reali­dad: el uni­ver­so no exis­te an­tes del hom­bre, aun cuan­do ten­ga­mos evi­den­cias de que así ha si­do. Este pro­ble­ma se mul­ti­pli­ca has­ta el in­fi­ni­to en la in­ter­pre­ta­ción del ar­te co­mo mi­ra­da del objeto. 

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