Nada como el terror desde el distanciamiento irónico, probablemente desde la estulticia, de un enajenado como cualquiera de los miembros de la familia Simpson para entender el sentimiento de Halloween. Y es que ya desde el principio este Tree House of Horror XX se sitúa como un must have de la familia amarilla. Ya desde la secuencia de apertura tenemos el delirio de Drácula, Frankenstein, la Momia y el Hombre Lobo necesitando disfrazarse para poder celebrar una festividad que les es propia, ya que se considera desfasado el disfrazarse, el ser, un monstruo clásico. Así la festividad como pantomima se salda con un Drácula Iron Man siendo apaleado por su mujer por coquetear con otras. Una perfecta entrada que resume la opinión que hay en esta casa sobre el disfrazarse de elementos de la cultura popular más manida en Halloween: una contundente paliza al susodicho portador de tal disfraz.
Empezando ya con el capítulo propiamente dicho nos encontramos un primer fragmento, probablemente el más inspirado, en Dial «M» For Murder (Dial «#» to Return to Main Menu) En él Lisa se cabrea con la señorita Hoover por elegir a uno de sus descerebrados compañeros para una competición de ortografía y acaba haciendo un criss-cross con su hermano; ella acabará con la señorita Krabappel y él con la señorita Hoover. Pero pronto intuimos donde estará el truco, mientras Lisa solo le gasta una broma infantil a su objetivo, Bart asesina y decapita al suyo empezando así el terror homicida que vivirá la pobre hija mediana de la familia. Con una inspiración nada velada por las películas de Hitchcock nos presenta una interesante estética en tono de grises que le da un cierto estilo distinguido y atemporal. Y es que aquí todo son referencias al estilo del orondo director con giros continuos, la victima inocente presa de un pacto malévolo y, por supuesto, un inesperado pero satisfactoriamente agridulce final donde el bien gana una vez más… a medias. Aun con la innecesaria aparición simpsoniana del propio director es algo que se le debe perdona por el magnífico uso final del carrusel del patio del colegio como eliminador de cadáveres al más puro estilo slapstick.