La vida es un eterno tránsito de estados, una construcción global donde otras pequeñas construcciones y sus ruinas van describiendo la orografía del ser en tanto se va conformando. Por eso es importante no olvidar pero también lo es ser consciente de que es lo que ocurre a nuestro alrededor, cuales fueron las razones para que algunas de esas construcciones sentimentales se derrumbaran o fueran abandonados. Y es aquí donde Borja Cobeaga, un auténtico antropólogo del humor, nos enseña el camino con No Controles.
Nuestro protagonista, Sergio, ve como su ex-novia Bea se va a trabajar a Alemania al tiempo que él vuelve a Ciudad Real para poder cubrir el primer nacimiento del año para el periódico local para el que trabaja. O sería así sino sufriera dos desgracias: la mayor nevada en treinta años que impide todos los vuelos y el re-encuentro de un compañero de quinto de primaria al cual no recuerda, Juan Carlitros. Todos tendrán que pasar la noche en un hotel cerca del aeropuerto cosa que aprovecharan el humorista fracasado Juan Carlitros, un hombre divorciado que viene de Punta Cana y un recepcionista sudamericano sin nadie en España para hacer una fiesta de nochevieja donde Sergio pueda reconquistar, quiera o no quiera, a Bea. Pero en ese hotel lo único que destruye a las personas es el olvido cuando les ataca. Aunque Sergio no recuerde a Juan Carlitros o intente fingir haber olvidado a Bea finalmente acaba triunfando en todos sus propósitos por una simple cuestión, el recordar que nadie elige a quienes le rodean, ellos nos eligen a nosotros. Igual que el trío de entrañables fracasados no olvidan ‑a sus mujeres, a sus amigos- los demás acaban por aceptar que el recuerdo, aun cuando fortuito o incidental, puede conseguir hacer florecer lo que se consideraba perdido.