El espíritu de combate es un factum perpetuo que debe recrearse sino queremos que se pudra bajo los grilletes de la displicencia. Es por ello que se hace necesario, ante el terror innombrable, recordar que no somos perros bien domados que dan la patita a su amo cuando se lo pide, sino lobos encadenados con las cadenas de la paz social. Esto, en una época de crisis total como la nuestra, debería ser un hecho compartido por cualquiera que quisiera combatir contra la injusticia del mundo presente; no hay razón para rendirse cuando llega la oscuridad porque nosotros eramos antes el monstruo que se escondía en la noche. Es por eso que Down to Agony con su crust hiper-celérico y profundamente oscuro son un buen toque de queda para el bienpensantismo en las formas de combatir el mundo como nos demostraron en su último trabajo hasta el momento, “El Sueño de Vernos Caer”.
Con un estilo feroz y brutal, con un crust que roza ciertos puntos más cercanos de un black metal hiper-vitaminado, despliegan una serie de composiciones de combate donde todo se presenta como el afilado anverso de un cuchillo. Sus letras brutales destripan toda noción de combate para exhibirla con orgullo como las pieles que evidencian la inminente guerra que jamás ha terminado; sus agónicas guitarras despliegan toda una serie de farfullantes mundos de rabia que incluso se permiten la lucidez de rebajar su ritmo en contadas ocasiones para definir un espacio de contraste para que la oscuridad pueda brillar con luz propia. Sus composiciones pasan como brutales mordiscos que desgarran las carnes de la indiferencia dejando a la luz los órganos corruptos del mundo que nos ha sido impuesto, liberando la imagen de las cadenas en nuestros tobillos. Toda esta brutalidad, profundamente oscura y destructora, se posiciona como la actitud profundamente creadora que, a través de todo aquello que ha aniquilado, (re)compone la praxis esencial a través de la cual sólo en la lucha puede componerse la auténtica facticidad del mundo.
Con sus conformaciones mórbidas Down To Agony se asoman al terror como un terror aun mayor, como el monstruo que ha sido escondido en el subconsciente para permitir la pacífica vida en el mundo. Es por eso que sus canciones se tornan en cánticos de lucha y dolor ‑aunque siempre cargados de la auto-consciencia de ser victimas y verdugos, de la necesidad de no olvidar ninguna de ambas posiciones- que se desarrollan a través de la profunda aniquilación que predican en la noche invernal del mundo que está por llegar con más virulencia que nunca. Y es precisamente de éste modo donde se posicionan con respecto de lo terrorífico, de lo sublime que no puede ser combatido, no como un espectador que se subleva y fascina por el poder del otro sino como todo lo contrario: ellos son el abismo sublime que se abre a los pies de los gigantes de pies de barro que se pretenden dominadores del mundo. A través de uno de los mejores discos de crust de la década pasada consiguen derrumbar de una forma evidente la ilusión del espectador víctima que debe acometer los designios de los grandes demonios Leaviathan y Behemoth; de los mercados, los gobiernos y los bancos. Tenemos que refundar el terror en nuestras gargantas para poder cuestionar el antiguo orden del mundo.