Okinawa, Japón. Takashi es un joven que aprovecha sus vacaciones para hacer un viaje romántico con Kaori, su novia, la cual posee la sorprendente cualidad de un olfato particularmente desarrollado; si bien ésto no parece tener más importancia que el hecho de que el primero se irrite cuando la segunda no le deje besarla salvo que se lave los dientes previamente, las cosas se complicaran rápidamente, las cosas se complicarán de forma notoria cuando ella note alguna clase de olor desagradable que nadie más parece poder apreciar. Que dudemos de sus capacidades olfativas es natural: ni la conocemos ni un olfato tan sensible parece plausible ni su novio es capaz de encontrar olor desagradable alguno, es más sencillo considerar que ella ha sufrido alguna clase de pequeño problema sensitivo. A fin de cuentas, nosotros no podemos oler nada a través de las páginas. Cuando por fin se encuentren en la casa un pez con patas mecánicas, descubren que de él emana un espantoso olor a putrefacción: ella tenía razón. A partir de aquí, el horror.
Si existe un nombre que sobresale entre los demás en el manga de terror contemporáneo ese es el de Junji Ito. Aunque el género siempre ha conocido de grandes representantes en el medio, como Hideshi Hino o Kazuo Umezu —teniendo una clara herencia de éste último, a pesar de que sus estilos acabarían estando en las antípodas del otro — , Ito puede jactarse de haber desarrollado un estilo propio que no remite de forma particular a ningún otro autor del género. Su uso asfixiante del entintado, la linea y la viñeta hacen de sus obras un inquietante ejercicio narrativo capaz de aterrarnos incluso cuando no está ocurriendo nada. Su estilo preciosista, preciso hasta lo quirúrgico, le sirve para plasmar inconcebibles historias de pesadillas que se materializan con naturalidad ante nuestros ojos; su mayor mérito es haber parido un estilo tan denso, tan sencillo, que puede hacer verosímil cualquier clase de horror que sea capaz de concebir. Algo necesario dada la naturaleza excesiva de sus creaciones.