New Kids Turbo, de Steffen Haars y Flip Van der Kuil
En época de crisis económica las diferencias entre ricos y pobres se agudizan hasta niveles que casi podrían ser tachados de esperpénticos, parecen más una grotesca desfiguración de la realidad fáctica que una auténtica posibilidad admisible por la masa. Por desgracia no sólo es real sino que las personas lo asumen con normalidad en tanto la mayoría acepta de buena gana que, de hecho, una minoría atesore la mayor parte de las riquezas de la sociedad. Quizás sea de aquí desde donde mejor podríamos comprender el famoso aforismo de Gil Scott-Heron, la revolución no será televisada, precisamente bajo la consideración de que en tanto la mayoría son los que acumulan las riquezas de la sociedad no serán las cadenas de televisión, cadenas de difusión de la minoría, desde donde se sostendrá la auténtica lucha del 99%. Por supuesto antes del 15‑M o de Occupy Wall Street esto parecía situarse como epicentro de la realidad cotidiana, como la televisión y los medios sólo establecen un status quo al respecto de la sociedad, pero sólo en tanto nos hemos permitido ignorar aquellos grandes eventos que han ocurrido fuera de nuestra área de influencia ‑y, en el caso de España, nuestra área de influencia es nuestro propio país y Estado Unidos.
Aunque la premisa básica de Steffen Haars y Flip Van der Kuil pueda parecer, al menos en primera instancia, basada en el gag de corte cercano al proceso que podríamos denominar devenir jackass, la realidad es que es llevado mucho más allá y con un hilado narrativo mucho más fino del que podríamos esperar en primera instancia. Mientras la primera parte de la película se nos muestra como una introducción a la vida y desgracias de una serie de personajes despreciables será a partir del incidente con el gobierno cuando todo se convertirá en un torbellino de genialidad que bordea siempre el límite del absurdo para establecerse en un punto medio entre el post-humor y la reivindicación política. Las razones por las que estos reclaman dinero del Estado son totalmente espurias para ese ente anónimo denominado Economía ‑no es que tengan una necesidad real de él, sino que han establecido un nivel de vida por encima de sus posibilidades- pero precisamente en eso se sitúan entre el humor y la reivindicación social: su nivel de vida es absurdo para sus ingresos, pero el sistema ha permitido y alentado que vivan así de forma constante hasta el momento; no es que éste grupo de bakalas holandeses hayan vivido por encima de sus posibilidades, es que les han alentado a que así sea hasta niveles donde sus propias acciones se tornan en una cómica respuesta de consumismo.