Incluso los menos puestos en la cultura pop más teenager del lugar conocerán la inefable serie de los 90’s Sabrina: Cosas de Bruja. Menos de ustedes sabrán que en realidad era una adaptación de unos hórridamente fascinantes del sello Archie. Pero no venimos aquí a hablarles de la serie entera (eso lo dejamos para otro día) sino para centrarnos en el número 58 de la serie.
A Sabrina de repente le encantan los mangas ya que se han puesto de moda y, como todos sabemos ya, como buena adolescente imbécil tiene que hacerse fan de cuanto se ponga de moda. Así por un capricho suyo acaba lanzando un hechizo que convierte la realidad a una estética como si se tratara de una especie de manga shōjo. Si bien en un aspecto argumental no podemos esperar más que el socorrido pero chorras hechizo que sale mal y que soluciona Sabrina pasando mucha vergüenza pero aprendiendo la importancia de un valor moral, en el aspecto formal si aporta algo nuevo. El estilo marcadamente manga del trazo le da un cierto cambio al personaje siento justo esto lo que necesitaba: convertirse en un arquetípico shōjo también en lo formal. Todo esto es posible gracias a Tania del Río, que fue además elegida para el Rising Stars of Manga de TOKYOPOP, que consigue cambiar al personaje a una dimensión más propicia. Al menos a pesar de que su trazo sea irregular y, generalmente, bastante feo en la linea de la tradición amerimanga. El problema, o precisamente su virtud, es que sigue siendo exactamente lo mismo de siempre, una imitación rancia en formato episódico de una mezcla entre Doraemon y cualquier shōjo que podamos escoger aleatoriamente de su establecimiento especializado favorito.
Pero no nos dejemos llevar al engaño, si ustedes disfrutan con el insulso imbécil de Nobita y sienten cierta fascinación por horteradas del calibre de Marmalade Boy, serie exquisita donde las haya por otra parte, y reniegan de Sabrina se están perdiendo un grandísimo amor culpable. Y nada mejor para empezar que este sangrante cambio hacia las lides del amerimanga más pútrido. El amor se esconde en los interregnos del trash más rosa.