Para nuestra primera colaboración de Halloween hemos pedido a Xabier Cortés, alias Dulcemorgue, al cual quizás conozcáis por ser compañero de fatigas en el blog de crítica musical Studio Suicide, que escriba de aquello que con tanto arte domina: la música. Para la ocasión nos habla de Nekromantix; sólo un apunte más antes de dejaros con la crítica: hoy es su cumpleaños, ¡no olvidéis felicitarle!
Un error con el que, de vez en cuando, nos toca lidiar es considerar al psychobilly como solamente una sencilla y superficial unión, un lugar común en el que el punk británico de los 70’s y el rockabilly americano se encuentran y se exploran mutuamente. El psychobilly no se limita a convertirse en una suerte de Doctor Frankenstein, enhebrar sus útiles de costura para unir elementos propios de, pongamos, The Clash con guiños y clichés del mismísimo Elvis. Va mucho más allá, se adueña de los elementos característicos de universo de las películas de terror, hace suyos los personajes arquetípicos de las imaginaria de la Hammer —con una especial obsesión por los muertos vivientes— y los sitúa, por ejemplo, en pleno instituto usamericano 50’s siempre desde un prisma desquiciado y obsceno pero con un intenso tono desenfadado que no hace sino reforzar el carácter marcadamente humorístico pero tétrico de sus bases. Por otra parte, el psychobilly, un ente al que podríamos acotar como un movimiento genuinamente norteamericano, por ser los californianos The Cramps pioneros, y deliberadamente british, por aquello de la cercanía con sus referentes —y los Demented Are Go y The Meteors— ha encontrado en un país tan exótico como Dinamarca a uno de sus mayores y más valiosos referentes: Nekromantix.