Por amor el hombre es capaz de hacer cualquier cosa, escudándose tras la excusa del amor, también. Con el amor por la bandera los hombres buenos se erigen como los nuevos emperadores del dolor y la desesperación para conseguir sus, supuestamente, elevados propósitos. De esto trata Seis Tumbas en Munich de Mario Puzo.
El prodigioso Mike Rogan pertenecía al grupo de inteligencia de América en tierras ocupadas durante la 2ªGM hasta que un fatídico día los capturaron junto a su mujer, Christine. Tras una larga tortura, conseguir las claves que necesitaban y ejecutar a Rogan sus siete torturadores, con los años, reharán sus vidas. Pero él sobrevivió y finalmente, ira tras ellos en una metódica y brillante, aunque torpe en ocasiones, persecución donde el único fin es la muerte misma. Y es que, para él no existe la redención o el perdón, todos son culpables de delitos no solo contra él o su mujer, sino contra la humanidad y el amor mismo. Aun con todo, Rogan es un cínico hijo de puta. No le importa su mujer, no le importa los muertos y, ni mucho menos, le importa Rosalie, la joven sobre la que cae actuando de un (intento de) mutuo salvavidas. Su único pensamiento es la venganza y todo se articula en una venganza imposible que, en realidad, es más un acto redentor de la humanidad negada a los torturadores por los nazis. Al final, sin malos ni buenos, todos son criminales atados y arrojados por sus circunstancias en una realidad hostil. Y es así, sin temblarle el pulso, como Mario Puzo articula un drama de sabor noir que, en realidad, no es más que una triste y ligera historia pulp de una venganza frustrada.
La muerte y la venganza se ceban en una opera cruel donde sus actores se congracian en intento de exonerarse de un mal que todos han cometido o cometerán. Ninguno es inocente de nada, ninguno es humano, todos tienen la misma altura, o bajeza, moral. El fruto de la venganza es solo la muerte del alma.