La mayoría de la gente no aprecia su vida ni nada de lo que hay en ella, siempre anhelando un algo más, siempre pisoteando a los demás sin dudar para conseguir otro pedazo de insignificante mierda más. Es irónico que la saga de terror más taquillera de los 00’s, Saw, sea precisamente una crítica audaz hacia el capitalismo y la pérdida de ciertos valores; del ansia de vivir. Claro que sus inicios fueron otros menos espectaculares en el corto actualmente conocido como Saw 0.5.
Un hombre joven, David, es interrogado por un policía sobre lo sucedido en la escena del crimen. Él, aturdido, le cuenta la historia de como un desconocido le secuestró y le obligó a jugar a un juego mortal donde sólo podía sacrificar una parte de si mismo o morir. El corto, que sería después reinterpretado con otros personajes en la primera película, explota el que será el valor más importante de Jigsaw a lo largo de toda la saga: su búsqueda insaciable de la pasión por la vida. Personajes anódinos, desquiciados, que no sólo no aprecian la vida que tienen sino que destrozan las de quienes están a su alrededor sucumben ante sus trampas. En el caso de David deberá elegir: su vida o su moral judeocristiana; matar al sujeto anestesiado para tener la posibilidad de salvar la vida o acabar con la cabeza destrozada por el cepo para osos. En la pieza más representativa del horror Jigsaw no le obliga a hacer un sacrificio físico, sino espiritual, hace renunciar a un hombre a su moral y su cordura a cambio de poder seguir con vida. Si el miedo más profundo, atávico incluso, del hombre es la muerte por el fin de todas las cosas el hacer renunciar a un hombre a todo lo que le ata a un posible vida más allá y su vida aquí, es el mayor acto de crueldad inmediatamente anterior al asesinato. David sobrevive bajo el mayor precio: la imposibilidad de integrarse jamás en la sociedad de nuevo y la posibilidad de una condenación eterna. Jigsaw jamás ayuda, siempre se venga.
Sobrevivir al puzzle ético que nos presenta siempre es una victoria pírrica ya que para sobrevivir uno debe renunciar antes de su condición de ente en sociedad. Cuando Jigsaw gana, y él siempre gana, su víctima deja de ser él para pasar a ser la nada o para ser una nueva permutación de Jigsaw, un nuevo titiritero de puzzles éticos. Todos vengativos, todos enemigos. No existe razón en el odio, sólo venganza.