Space Invaders Extreme, de Taito
¿Qué es Space Invaders Extreme, qué aporta con respecto de su hermano mayor, adusto pero tierno, que pueda interesar a una nueva generación de ludópatas en ciernes de adictivos parches de disolución de la realidad? Pura nostalgia revestida con una fina capa de novedad, una tan frenética como pura oda de amor por el pixel que destila pasión por los videojuegos a cada paso que da. Es posible que sus mecánicas no hayan evolucionado en absoluto en más de veinte años, apenas sí unos power-ups que dan un tono (muy) diferente a las mismas, pero el frenetismo sigue como su apuesta principal: hay una constante apuesta por el más rápido todavía, por mantener el ritmo constantemente. Por ello no es extraño que a través del techno que nos acompaña sin cesar conjugamos un esperpéntico espectáculo de luces, colores y sonidos dignos de la mas sórdida rave noventera inglesa, y de eso se trata: el juego nos arroja de una forma constante en medio de un delirio psicotrónico más cercano al de la catarsis de la fiesta que al de la masacre sistemática de enemigos; la auténtica catarsis del hombre no se da en la muerte, sino en la negación de la misma en la fiesta. Pero en esencia no deja de ser Space Invaders, el eliminar a los alienígenas anónimos lo mas rápido y eficientemente posible antes de que te maten, antes de que la fiesta se enquiste diluyéndose en la tragedia ‑no pensar, actuar antes de que podamos vislumbrar ese pensamiento. Aunque eso nos cueste la vida.