Sólo ante el minimalismo de recursos es cuando la genialidad aflora con fuerza, de un modo diferente, demostrando quien realmente es un genio y quien, sin embargo, sólo es un mediocre con recursos. Y es que cuando dominas algo de un modo tan magistral da igual las limitaciones de espacio y tiempo que tengas, seras capaz de hacer oro de un pedazo de estiércol. O terror con un toro follándose a una vaca como Katsuhiro Otomo en su brevísimo Visitors.
Un hombre solo habla con una visita, es cortes, le ofrece un te, charlan y al final estalla la bomba del por qué de estar ahí. En ese momento todo se desata y el caos se apodera de la escena, solo la interpretación del lector podrá resolver las telarañas entrecruzadas que conforman la historia; todo depende de con los ojos con los que se mire. Uno puede mirar con los ojos físicos o puede mirar con los ojos interiores, los del alma, los de la mente, lo cual repercutirá en dos visiones totalmente diferentes de la historia. Otomo nos hace ver más allá de la textualidad común del cómic para retarnos a nosotros a decidir cual es la historia que hemos leído. Nos reta a jugar en una doble vía, con una doble interpretación donde podemos ser materialistas y cínicos o elegir una segunda opción más espiritual y mística; ambas serán acertadas en tanto se crean como tales. Y esa es la magia única de Visitors, su capacidad de volver completamente transparente el valor de la interpretación crítica de la obra de forma ajena al autor. No importa que pensara Otomo al dibujarla que fuera, cualquier de las interpretaciones posibles es válida en tanto coherente en si misma.
Una vez más Katsuhiro Otomo nos demuestra como es uno de los reyes del manga, no tanto por sus dibujos o sus grandes obras como por su detallismo, cuidado y dominio del medio. Así nos enseña ya quizás no tanto como debería ser un manga como el hecho de como debería analizarse y criticarse todo manga. La historia nunca esta escrita hasta que es interpretada por el lector.