Ya nadie calla, todos somos críticos. La democratización del arte parece abrir la veda a que desde el paleto más irreverente hasta el snob más estirado puedan opinar sobre la realidad y pormenores de algo tan complejo como el arte. Por supuesto en esta misma democratización se pierde en gran medida la capacidad de subversión debido a la estetización del arte. El arte, que se supone conceptual desde los ‑ismos del principio del s. XX, cobra un valor meramente estético y especulatorio que congela el factor subversivo que podría tener la obra en origen. Con el concepto estético perdido en algún punto del camino y el valor conceptual anulado convenientemente la obra de arte es mera decoración. Al menos hasta que llega Banksy con Exit Through the Gift Shop para dar un puñetazo sobre la mesa.
En este documental seguimos la meteórica carrera del francés emigrante a EEUU conocido como Thierry Guetta, un obseso de grabar cada instante de su vida con una cámara. Por esta fortuita pasión en conjunción con ser familiar directo del conocido Space Invaders se verá introducido en el mundo del arte callejero donde irá grabando la vida y obra de cuantos grandes artistas se cruzan en su camino. A partir de conocer a Banksy todo se precipita al intentar contentar al gran hombre detrás de la popularización del street art al ver la exposición que realizó este en Los Ángeles que lanzó su arte de las calles a las galerías. A partir de aquí la película adquiere (aun más) tintes de ficción presentándonos los comienzos de la carrera artística de Thierry Guetta en un apoteósico ascenso hasta la infamia más orgullosa. Con decenas de artistas que trabajan en las ideas apenas esbozadas que el realiza crea una exposición donde se catapultará como una de las grandes figuras del arte contemporáneo. Sus obras se cobran con cheques de cinco cifras aun cuando es sabido por todos cual es su modus operandi para realizarlas. Y aquí es donde Banksy da el sonoro golpe en la mesa entre carcajadas.