Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.
Todos en algún momento de nuestra vida hemos pasado un mal trago que se ha saldado con nosotros actuando de justicieros de una manera que nosotros veíamos equidistante al mal sufrido pero, en verdad, era algo desproporcionado. La mayoría de nosotros ha sido con hechos tontos como una discusión con los amigos o una riña de pareja que se acaba saldando en una desmedida reacción ante la afrenta sufrida. El problema es cuando la respuesta de la devolución se ha de dar ante la violación, tortura y asesinato de la mujer que lleva en su vientre el fruto de nuestros genes.
De este modo comienza el salvaje tour de force que es I Saw the Devil de Kim Ji-woon cuando Kyung-chul, un psicópata con trazas sexuales, asesina a la prometida de un agente secreto de la policía, Dae-hoon. Precipitándose vamos viendo como Kyung va haciendo sus atrocidades tomándose su tiempo pero jamás pensando en las consecuencias de sus actos hasta después de cometerlos. En el lado opuesto el paciente Dae persigue con precisión matemática a su presa atacando sólo en el momento que puede frustrar los asaltos que lleva acabo para mantener su psicótico ‑e inmenso- ego. Como dos polos opuestos que van atrayéndose continuamente jugando una salvaje danza de espadas donde la única posibilidad es la continua, justa y exhaustiva venganza. No importa quien lleve la iniciativa, en su continuo devenir de acciones siempre conlleva una reacción idéntica pero desproporcionada en el contrario que busca la satisfacción ya sea de su propio ego o de su vida desmoronándose tras de si.