Aun cuando existe lo asombro en términos de la naturaleza en verdad podríamos afirmar que este tiene un cierto componente puramente humano. Así todo adquiere ese carácter alucinatorio en tanto el que lo mira razona lo increíble, lo apabullante, de lo que está presenciando ante sus incrédulos ojos. Este componente se ve explotado hasta el paroxismo por Otomo en el excelente one shoot Tokyo Metro Explorers.
Un grupo de niños se juntan en secreto para entrar en los túneles de metro de Tokyo para descubrir el mayor y más fascinante secreto que se esconde en ellos: la nunca terminada a causa de la guerra estación de metro Marunouchi. Pero aquí no hay viaje iniciático ni un viaje de tránsito hacia la madurez sino todo lo contrario, los personajes se sumergen aun más en su inocencia, en su mirada pura y fascinada. En los túneles, lentamente, irán descubriendo algunos secretos además del de la estación de metro Marunouchi que les harán descubrir que, debajo de cada ciudad, existe una historia secreta tanto o más fascinante que la de su superficie. La historia secreta del mundo debe mirarse no desde la cínica mirada de estar por encima de ella, sino sumergidos en el fango entre el que se encuentra depositada. Pero también nos enseña que no existen grandes misterios más allá de la propia mente humana; todo lo que se puede considerar mágico y misterioso es, en última instancia, una producción de la mente humana. En cuanto hay de mágico en la infinita e inacabada estación de Marunouchi está producido por la mano del hombre en la misma medida que el ataque de una rata puede ser confundido con el misterioso ataque de un monstruo está producido por su propia mente.
Al final entre las interminables ruinas de un glorioso pasado derrumbado bajo un presente aprisionador se encuentra la auténtica magia del hombre, su capacidad para crear lo misterioso, lo mágico, lo fascinante. Y es precisamente en esta capacidad suya donde reside todo su poder, sólo la capacidad de fascinarnos, de imaginar vividamente con un niño, nos permitirá seguir siendo humanos. Vosotros crearéis vuestra magia y amaréis vuestra hermosa credulidad.