Las relaciones amorosas entre mujeres son la historia trágica peor entendida de la historia del arte. Visto siempre desde un punto masculino o, peor aun, desde un punto de vista masculinizante de la mujer la representación se vuelve una tendenciosa mirada definitoria de género. Sin embargo, en los orígenes antes de la existencia del yuri ‑género lésbico por excelencia- un desconocido Takahashi Makoto se atrevió a abordar un triángulo amoroso entre tres jovencitas en The Rows of Cherry Trees.
En el colegio de señoritas Sakura la belleza desborda cada milímetro del lugar pero si algo apasiona a estas jóvenes sobre todas las cosas es el torneo de ping-pong anual. Al final del mismo tres son las competidoras, la preciosa chica de tercero Maki Chikage y las dos chicas que competirán por hacerse con su corona y su corazón; la víbora Sunayama Ayako y la cándida Nakahara Yukiko. Nuestra dulce Yukiko derrotará sin miramientos a Ayako, que se retirará furiosa, sólo para caer ante ensimismada ante la gran capacidad de de Chikage para el juego. Y es aquí donde Ayako se dedica a difundir el rumor de Yukiko se ha dejado ganar por estar enamorada de ella. A partir de aquí todo son flashbacks de la tierna relación que surge entre Yukiko y Chikage hasta el final donde hay una revancha donde esta primera vuelve a perder pero, esta vez, se recompone y, feliz, admite su derrota. Y aquí, justo en este momento, es cuando podemos entender que acepta de un modo preclaro lo que siente por ella; no pierde por fascinación o amor, pierde por ser peor jugadora de ping-pong que ella. Pero lo importante es el amor, la amistad tan profunda y turbadora que hay entre ellas que cristaliza como un amor auténtico, absolutamente puro.