Aquel que fue paradigma de la revolución cultural en el pasado en el presente puede convertirse por el simple hecho del estatismo de su propuesta, en un fósil heraldo de tiempos pasados. Pero tampoco deben caer en el proceso contrario, las leyendas tienen unas lineas muy definidas que, de quebrarse, podrían ser considerado una traición hacia su propio pasado. ¿Qué situación les queda entonces a aquellos que inauguraron un futuro ya pasado? Encontrar los flujos del presente que conectan con su discurso como hace Ryuichi Sakamoto en Chasm.
Aunque ya desde su inicio juega al engaño con la excelente Undercooled las constantes más evidentes del trabajo sakamotiano están ahí tanto en lo musical como en lo ideológico. Pese a todo Chasm parece abocado al espíritu de un cyborg, su base orgánica se ve acompañado de una cantidad obscena de arreglos electrónicos de vanguardia. Los pianos desnudos de todo artificio, acompañados de arreglos que terminen de redondear los fluctuantes paisajes que va diseminando en la memoria, se establecen como punto culmen de toda la obra; podría desnudarse de toda electrónica al disco y aun guardaría su coherencia interior. Aun cuando su esencia queda más diluida en excesos sónicos que atraviesan alegremente el noise como en Coro, como invadido por una cyberpsicosis, se puede distinguir ese destello organicista a través de esos golpes de piano escapando hacia la superficie. De este modo atraviesa cualquier estilo que se valga de sus propósitos, desde el trip-hop hasta el breakbeat, siendo penetrado únicamente por esas reminiscencias del pasado en forma de su piano o, como no, su fiel amigo David Sylvian.
Si alguien no necesitaba actualizarse en absoluto para seguir sonando absolutamente contemporáneo es Ryuichi Sakamoto pero, con todo, se decide por ello para atravesar el hoy para situarse en lo que debería ser un discurso musical del mañana. Y así ha sido cuando gente como Kashiwa Daisuke o World’s End Girlfriend parecen estar expuestos a la condición mutante, exógena, de la condición músico-temporal de Sakamoto-sama. El hecho revolucionario siempre se da en la confluencia rizomática de las conexiones aparentemente irreconciliables.