los caballos blancos de Ahrimán

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Re-inventar los mi­tos y lo que ya era en si mis­mo ideal es al­go que so­lo se de­be per­mi­tir a los más osa­dos y há­bi­les en su ma­te­ria. Por su­pues­to Rob Zombie de­mues­tra so­bra­da­men­te que es ca­paz de crear su pro­pio Halloween des­de el re­ma­ke y so­bre­to­do, me­jo­rar lo vi­vi­do a tra­vés de su per­so­nal vi­sión del slasher en Halloween 2. 

Laurie Strode vi­ve ate­rra­da por con­ti­nuas pe­sa­di­llas mien­tras el Dr. Loomis se en­ri­que­ce y va­na­glo­ria a tra­vés de un li­bro don­de cuen­ta to­do lo que hay de­trás de Michael Meyers mien­tras a és­te se le apa­re­ce su ma­dre muer­ta pa­ra ins­tar­le a se­guir su pro­pó­si­to, unir a la fa­mi­lia. Y eso es la pe­lí­cu­la, una pe­lí­cu­la so­bre la fa­mi­lia y sus re­per­cu­sio­nes. Éste so­lo per­si­gue con­ten­tar a su ma­dre y unir de nue­vo a to­da la fa­mi­lia, ser fe­li­ces y vol­ver a es­tar to­dos jun­tos. Aunque, co­mo di­ce can­tán­do­nos al fi­nal de la pe­lí­cu­la Nan Vernon, el amor due­le, el amor de­ja ci­ca­tri­ces, el amor hie­re y es­tro­pea. Y Michael Meyers por amor acu­chi­lla, des­cuar­ti­za y uti­li­za to­do lo que ten­ga a mano pa­ra ajus­ti­ciar uno a uno a quie­nes da­ña­ron a su ma­dre y a quie­nes se opo­nen a que en­cuen­tre a quién busca. 

El mun­do de co­lo­res apa­ga­dos con­tras­ta con el oní­ri­co mun­do del sub­cons­cien­te, de la men­te, que es cá­li­do y lu­mi­no­so, un mun­do igual que el nues­tro so­lo que lim­pio, be­llo y asép­ti­co. Si en el mun­do ca­da una de las cu­chi­lla­das de Meyers due­len co­mo reales ca­da vez que las ases­ta en el mun­do oní­ri­co no ca­be vio­len­cia al­gu­na, so­lo una fal­sa paz que con­du­ce al amor y, por ex­ten­sión, el do­lor en el mun­do real. Strode, Loomis y Meyers son par­te de una mis­ma fa­mi­lia co­mún, una fa­mi­lia uni­da por la san­gre y el do­lor. Así Meyers bus­ca pro­te­ger a sus ama­das, su ma­dre y el re­fle­jo que ve de ella en Laurie. Por otra par­te de­sea aca­bar con su ri­val a la vez que in­ten­ta acep­tar­lo, su psi­có­lo­go el Dr. Loomis, su úni­ca fi­gu­ra pa­ter­nal real, el que de­be en­se­ñar­le a se­pa­rar­se de su fi­gu­ra fe­me­ni­na. En el fra­ca­so de Loomis se en­cuen­tra la ac­ti­tud ho­mi­ci­da en de­fen­sa de su edí­pi­ca amada. 

Los ca­ba­llos blan­cos son en­ten­di­dos en la in­ter­pre­ta­ción de los sue­ños co­mo los de­seos y co­mo los cam­bios por ve­nir que me­jo­ra­ran nues­tra vi­da. Estos ca­ba­llos blan­cos son nues­tros de­seos que se cum­pli­rán si te­ne­mos pa­cien­cia y se­gui­mos lu­chan­do por cum­plir­los. Pero tam­bién es Ahrimán el cual en for­ma de ca­ba­llo ase­si­na­ba a sus ri­va­les. El uni­cor­nio, el ca­ba­llo blan­co por ex­ce­len­cia, so­lo po­día ser mon­ta­do por una prin­ce­sa de áu­rea be­lle­za, so­lo la mu­jer que con su pu­re­za pue­de ena­mo­rar­lo. Así, el ca­ba­llo blan­co Meyers des­tri­pa sin pie­dad pa­ra ha­cer fe­liz a su ama­da, pa­ra ha­cer fe­liz a su án­gel de pu­re­za intachable.

2 thoughts on “los caballos blancos de Ahrimán”

  1. ¡Mira lo que he encontrado!
    Ya ten­go lec­tu­ra pa­ra la tarde.
    He mi­ra­do por en­ci­ma y he vis­to grupazos.
    Espero que no te im­por­te que cotillee.
    Un besito

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