el (onto)apocalipsis de los objetos
Singularity 7, de Ben Templesmith
Suponer infiernos distópicos futuros no es precisamente algo que se considere novedoso en nuestra época. Ya desde la fundación del término por parte de John Stuart Mill y pasando por los caos inenarrables de Huxley o Wells la distopía siempre se ha caracterizado porque la descomposición social ‑la anulación de toda posibilidad de disentimiento y/o felicidad- ha llegado desde dentro. Incluso acudiendo a su referente absoluto, el cyberpunk en general y Matrix en particular, nos encontraremos que los males de la sociedad se los ha infligido esta a sí misma; la distopía, en tanto concepto eminentemente social, no tiene sentido a priori para definir esta obra. Por eso sería absurdo hablar de un cierto retrato social, humanismo o, en general, perspectiva humana en la obra ya que, simple y llanamente, esta no existe: los protagonistas de la obra son los nanites; los nanorobots son aquellos que definen el tono y el equilibrio de la obra.
Aunque sería posible acercarse a la obra de Ben Templesmith, que en esta ocasión da vida a un guión propio, obviando el hecho de que hablamos de un dibujante-mercenario esto sería un grave error. Lo sería en términos artísticos absolutos ‑pues adolece de un desarrollo argumental irregular, además de representación un tanto osca y confusa en ocasiones- pero, y esto es lo que realmente nos importa, en términos del mensaje tras la misma.