La música os hará libres, de Ryuichi Sakamoto
La autobiografía, en tanto su condición de relato sobre uno mismo, siempre nace de una cierta necesidad imperiosa por contar cuales son los límites de nuestro mundo; el biografiado tiene la creencia de la necesidad de plasmar su memoria, falible y limitada, en un medio que permita perpetuar su propia condición mortal. Aunque esta no sería la única razón si es la más común y, como es de esperar, no la que se pueda aplicar a un hombre siempre contracorriente ‑aunque quizás menos sutilmente de lo que le gustaría a la mayoría- como Sakamoto-sensei. Por ello a la hora de abordar su auto-biografía lo hace desde una obligación (gustosa) y no de una voluntad propia de creer, fehacientemente y sin duda alguna, haya acontecido en unos términos que merezcan ser narrados más allá de su propia memoria; no hay mayor razón para plasmar su memoria que cierto capricho: lo hace porque puede hacerlo y lo arrastran a ello.
La memoria de Sakamoto-sensei se muestra entonces como algo extremadamente errático, repetitivo y en un auto-perpetuizante ex contradictione; todo cuanto dice sobre sí mismo es rebatido, necesariamente, en algún otro momento por el mismo. Por nada más que eso ya sería auténticamente interesante este libro: no son ni una biografía ni unas confesiones, es un ejercicio de pura exclusión del Yo a través del cual se sustenta su identidad, el auténtico Ryuichi Sakamoto.
Si va retratando su propia imagen lo es siempre desde una contradicción no necesariamente binaria, sin una implicación constante de contrarios, sino desde un absurdo donde algo podría implicar paralelamente otra conformación totalmente diferente. De éste modo aunque sea vago se deja arrastrar facilmente por los demás aunque sin embargo es un tozudo orgulloso obsesionado con las mujeres ‑que se siente atraído de forma muy fuerte, y predominantemente en el texto, por los hombres- y la fiesta pero que sin embargo vive encantado en su propia soledad. Por ello no es que Sakamoto-sensei contradiga su propia personalidad, haciendo que su consciente se vea herido en su inconsciente, sino que él es una explosión perpetua donde él es toda esa polaridad en sí mismo.
Como un flanêur va ignorando intencionadamente todo cuanto le rodea, descubriéndolo brumosamente, para ir parándose sólo en aquellos aspectos que despiertan su pura curiosidad. Aunque es capaz de describir su primera novia siempre lo hace como si sólo pudiera verlo desde detrás de una cascada, como si el recuerdo se mostrara erosionado por las brumas del tiempo; en cambio de otra chica sin mayor peso, la cual se enamoró de él y se suicidio poco antes de su primer romance, lo narra como un acontecimiento vivido, cuando no dramático, como si hubiera acontecido ayer. No demuestra afectación por lo que se supone como importante, o como lo que pueda interesar a quien le lee, sólo responde ante sí mismo y una curiosidad insaciable que busca incesantemente un nuevo pedazo de memoria en el cual posarse, un nuevo pedazo de identidad que colonizar.
Es por ello que la voluntad de Sakamoto-sensei no se define como un intento de buscarse, contentar al lector, darse a conocer o exonerar sus demonios sino que, como el mismo afirma, así podré, por fin, ver también quien soy ahora. Y, al contarlo de ese modo, tendré también algo que compartir con los demás.
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