Movimientos (totales) en el arte mínimo (XXIX)

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Seis tum­bas en Munich
Mario Puzo
1967

El pro­ble­ma de la iden­ti­dad es es­pe­cial­men­te acu­cian­te cuan­do es ele­gi­da. Si de­ci­di­mos ves­tir una más­ca­ra, usar un pseu­dó­ni­mo pa­ra que no nos aso­cien con de­ter­mi­na­dos ac­tos o si­tua­cio­nes, ex­po­ner al pú­bli­co la con­ti­nui­dad de nues­tra iden­ti­dad a tra­vés de otro nom­bres es in­jus­to; si no­so­tros he­mos que­ri­do des­do­blar­nos de al­gún mo­do, na­die de­be­ría te­ner por qué aso­ciar esas dos iden­ti­da­des di­fe­ren­tes co­mo si fue­ran una so­la. No só­lo por res­pe­to, sino tam­bién por ad­mi­tir que po­de­mos ser más de una per­so­na. Es po­si­ble que el Yo con el que fui nom­bra­do en el re­gis­tro ci­vil y el Yo de mi(s) pseudónimo(s) no só­lo sea­mos dos per­so­nas dis­tin­tas, sino tam­bién en­ti­da­des com­ple­ta­men­te irre­con­ci­lia­bles co­mo una úni­ca iden­ti­dad coherente.

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Afirmar que Seis tum­bas en Munich es una obra de Mario Puzo, au­tor de El Padrino, ni es ló­gi­co ni es jus­to. No por­que sea una obra me­nor o una no­ve­la pulp que le fal­te un buen tra­ba­jo de co­rrec­ción pa­ra po­der ha­cer un tra­ba­jo crí­ti­co que pu­die­ra ser in­tere­san­te —que, aun­que cier­to, no es ni de le­jos lo que nos ocu­pa en es­ta oca­sión; la iden­ti­dad lo es aje­na de las in­ten­cio­nes de quie­nes las crean, por­que lo que so­mos nos de­fi­nen nues­tros ac­tos y no nues­tras in­ten­cio­nes — , sino por­que la fir­ma Mario Cleri. Mario Cleri no es Mario Puzo ni si­quie­ra si el pri­me­ro es el pseu­dó­ni­mo del se­gun­do, por­que los ac­tos de ca­da uno de ellos son di­fe­ren­tes de los del otro. Es por eso que sien­do uno au­tor de no­ve­las pulp, des­la­va­za­das, in­con­ce­bi­ble que se pu­bli­ca­sen años des­pués de su des­apa­ri­ción, y el otro el au­tor de una obra de cul­to, se­gui­da de for­ma ma­si­va, re-editada has­ta la nau­sea en una can­ti­dad abru­ma­do­ra de idio­mas, no po­de­mos afir­mar que sean la mis­ma per­so­na. Incluso si com­par­ten el mis­mo cuerpo. 

Dos per­so­nas que son una, dos iden­ti­da­des pa­ra un só­lo en­te. ¿Por qué de­cir que Seis tum­bas en Munich es una obra de Mario Puzo cuan­do es una obra de Mario Clezi, que es Mario Puzo al tiem­po que no lo es? Porque de ese mo­do ven­de­rá más, ten­drá via­bi­li­dad eco­nó­mi­ca. He ahí la te­rro­rí­fi­ca trai­ción del ca­pi­tal: si pa­san­do por en­ci­ma del res­pe­to, si alie­nan­do la iden­ti­dad de al­guien, es ca­paz de sa­car más ré­di­tos de una ac­ción, en­ton­ces pon­drá el di­ne­ro por en­ci­ma de cual­quier cla­se de con­si­de­ra­ción, fi­lo­só­fi­ca o no, al res­pec­to de la iden­ti­dad. Nada más.

Entonces, ¿es eso gra­ve? Sólo en la me­di­da que con­si­de­re­mos gra­ve re­du­cir la vi­da de una per­so­na, sus de­seos y sus ac­tos in­clu­so cuan­do nos es­cu­de­mos en que es só­lo un pseu­dó­ni­mo, a in­tere­ses co­mer­cia­les de ter­ce­ros. Al fin y al ca­bo, aquí só­lo he­mos ve­ni­do a ha­cer un bre­ve apun­te so­bre iden­ti­dad y au­to­ría. O no, no exactamente.

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