Con las Jornadas Mundiales de la Juventud, un eufemismo atroz para las visitas papales, está saliendo lo peor con respecto del cristianismo desde los dos posibles sentidos: los valores cristianos florecen como un fanatismo absurdo mientras el anti-cristianismo se impone como una realidad ideológica absoluta; ambas posturas se confunden en una marea ideológica insana carente de cualquier intención de diálogo. Eso no quita para que la civilización occidental esté, para bien y para mal, cimentada en los valores cristianos sino de forma absoluta, que no, si al menos presentes de un modo ostensible. Esto, que lo sabe bien Warren Ellis, le lleva a escribir un mito moderno con claras referencias cristianas en uno de sus cómics más interesantes por formato y contenido: Fell. Y lo es porque no limita a impregnar un discurso positivamente elegíaco al cómic, sino porque lo aplica incluso en la producción, desarrollo y venta del mismo.
El detective de homicidios Richard Fell es transferido al departamento de policía de Snowtown, una ruinosa población en la cual la supervivencia del más fuerte se aplica de un modo estricto. Con tres policías y medio los problemas se disparan en una ciudad que ha perdido todo posible valor en favor de un traumático sálvese quien pueda. Fell, que es un ángel caído, intenta redimir su situación en su tierra natal llevando la paz, en la medida de sus posibilidades, al purgatorio al cual ha sido desterrado; aniquilado. De este modo se impregna la historia de un tono bíblico, al presentarnos el héroe que traerá el bien, pero siempre respetando el tono noir de la historia: por muchos mensajes que mande el destinatario siempre aparece omitido. Un hombre caído en desgracia combate la superstición que sólo ha llevado a la destrucción ‑como demuestra la marca en su cuello; las cenizas de bebes muertos en las paredes- de lo que en otro tiempo fue un pequeño paraíso. La caída no le destruyo, le convirtió en el auténtico elegido para traer el bien, pues son los buenos a quien Dios pone a prueba.