Con las Jornadas Mundiales de la Juventud, un eufemismo atroz para las visitas papales, está saliendo lo peor con respecto del cristianismo desde los dos posibles sentidos: los valores cristianos florecen como un fanatismo absurdo mientras el anti-cristianismo se impone como una realidad ideológica absoluta; ambas posturas se confunden en una marea ideológica insana carente de cualquier intención de diálogo. Eso no quita para que la civilización occidental esté, para bien y para mal, cimentada en los valores cristianos sino de forma absoluta, que no, si al menos presentes de un modo ostensible. Esto, que lo sabe bien Warren Ellis, le lleva a escribir un mito moderno con claras referencias cristianas en uno de sus cómics más interesantes por formato y contenido: Fell. Y lo es porque no limita a impregnar un discurso positivamente elegíaco al cómic, sino porque lo aplica incluso en la producción, desarrollo y venta del mismo.
El detective de homicidios Richard Fell es transferido al departamento de policía de Snowtown, una ruinosa población en la cual la supervivencia del más fuerte se aplica de un modo estricto. Con tres policías y medio los problemas se disparan en una ciudad que ha perdido todo posible valor en favor de un traumático sálvese quien pueda. Fell, que es un ángel caído, intenta redimir su situación en su tierra natal llevando la paz, en la medida de sus posibilidades, al purgatorio al cual ha sido desterrado; aniquilado. De este modo se impregna la historia de un tono bíblico, al presentarnos el héroe que traerá el bien, pero siempre respetando el tono noir de la historia: por muchos mensajes que mande el destinatario siempre aparece omitido. Un hombre caído en desgracia combate la superstición que sólo ha llevado a la destrucción ‑como demuestra la marca en su cuello; las cenizas de bebes muertos en las paredes- de lo que en otro tiempo fue un pequeño paraíso. La caída no le destruyo, le convirtió en el auténtico elegido para traer el bien, pues son los buenos a quien Dios pone a prueba.
Los valores de producción son extremadamente peculiares, y no sólo por el excelente pero difuso dibujo de Ben Templesmith, sino porque todas las hojas tienen nueve viñetas exactas. Cada número se cierra en si mismo pero, a su vez, cada página se cierra en si misma, como una continua parábola donde cada fragmento nos intenta enseñar una nueva diatriba, quizás una nueva solución, de la misma. ¿Y por qué hacer semejante experimento? Por sus fans. Porque 16 paginas por dos dolares es un precio que cualquiera puede permitirse cada mes; no todo el mundo tiene las mismas oportunidades. Experimenta y da forma en todos los aspectos pero en conjunto crean una visión mayor que la suma de sus partes: cada parte de su experimento global que es Fell forma, en sí misma, la solución del gran puzzle cósmico que supone la obra. Si Fell es un ángel redentor que se redime a sí mismo en tanta medida como trae la paz a los justos, entonces la labor de Ellis es exactamente la misma, a otro nivel, con respecto del cómic mismo.
Aunque el cristianismo nos ha dado unas bases sólidas extremadamente negativas, no debemos negarle jamás que también sentó los cimientos de algunas cuestiones positivas de nuestra cultura. Es por eso que ver a Fell desde una perspectiva cristiana, que no cristianizante, no es absurdo sino que, además, es completamente lógico: parten de prefectos heredados de la religión para crear una ética del hombre justo en el purgatorio de la tierra. Cuando el hombre llega a la ciudad de las bestias es su deber hacerles entrar en el juego de la cultura.