La locura de Batman. Sobre símbolos, risas maniacas y el mutualismo murciélago-payaso (I)
La locura ‑o, al menos, aquello que denominamos de forma casual locura- no es más que el proceso de categorización del pensamiento anómalo que no se ajusta dentro de las estructuras corrientes del pensamiento; el loco no es necesariamente aquel que sufre de alguna psicopatología en tanto tal, sino que puede serlo todo aquel que se salga del canon establecido como el normalizado. Un desequilibrio en el orden social o químico nos lanzarán desde la hermosa torre de marfil de la normalidad hasta los ejecutores brazos de la locura donde, con ternura, se nos suministrará una medicación que normalice nuestra situación. Suponiendo siempre que esa normalización no sea, en último término, una forma de dominación social ‑que es lo que lo que es, de hecho. Por eso resulta interesante el hecho de como hemos visto infinitas veces como el Joker ha sido internado en un centro psiquiátrico por sus claros trastornos de personalidad, pues es un psicópata criminal que, además, sufre de varios trastornos psíquicos, ¿pero por qué nunca hemos visto en la misma tesitura a Batman cuando él está tanto o más loco que sus enemigos?
En primera instancia ya deberíamos afirmar que Batman tiene un problema de doble personalidad, por la muerte de sus padres es como si Bruce Wayne se hubiera desdoblado en dos personalidades diferentes (la civil y la secreta) a través de las cuales ejecutar unos complejos planes en los cuales se da una disasociación de la personalidad. No sería extraño esto ya que es un hecho común que personas que sufren un fuerte trauma, a la hora de revivirlo o tener que enfrentarse con él, desdoblen su personalidad en una nueva que les permita confrontar un conflicto que les es inenarrablemente duro; ante la imposibilidad de aceptar la muerte de sus padres de un modo normalizado Bruce Wayne crea un alter ego, Batman, para así constituir aquellas acciones que no es capaz de emprender con su identidad: la venganza del asesinato de sus padres. Por ello, y ya de entrada, podríamos afirmar que Batman está, al menos, tan loco como su archienemigo.