Por el amor de una chica cualquier hombre es capaz de luchar contra una liga de ex-novios malvados y sus esbirros como si de un beat’em’up real se tratará. Ahora bien, si esta es la premisa del cómic de Scott Pilgrim, entonces queda muy claro cual es el posible salto hacia el videojuego que le resultaría más natural. Así nos acercamos hacia Scott Pilgrim vs. the World, el videojuego.
Con la estructura de beat’em’up y el pixelazo de 8‑bits por bandera nos encontramos con una pieza de hardcorismo al más puro estilo clásico de la mejor Capcom. Ahora bien, ni esto es clásico ni es de Capcom, así que las diferencias son notables. A diferencia de refritos continuistas como Megaman 9 en Scott Pilgrim escoge la estética de la época pero solo su jugabilidad parcialmente. Lo bien pulido de la animación, su jugabilidad férrea y el guardado automático después de cada fase pasada hará sencillo el juego para el jugador moderno, aun a costa de envilecer el juego del jugador que esperaba una experiencia totalmente clásica. Pero es precisamente en los detalles donde se cimienta como un gran juego. La inclusión de niveles y características, que no son anecdóticas, o el guiño en la inclusión de tiendas hacia el perverso Takeshi no Chōsenjō del cual parece heredar ciertos aspectos jugables, pero no su dificultad.
Otra de las inclusiones, aunque esta para nada agradable, es la imposibilidad de jugar en cooperativo con nuestros amigos vía Internet. Aun viéndonos obligados a jugar en una misma consola en cooperativo de hasta cuatro jugadores es cuando la diversión se multiplica exponencialmente pero a costa de la dificultad. El juego se convierte en un paseo, aunque no tiene precio el poder jugar con unos cuantos amigos con las típicas peleas por ver quien acumula más dinero o abate más enemigos. El espíritu clásico está ahí pero quizás le falte un notable aumento en la dificultad para que en cooperativo sea realmente un reto que disfrutar entre varios. Sin él este cooperativo es divertido más por motivos ajenos al propio juego, al estar con amigos, que por una necesidad de un juego estratégico en equipo.