Del amor no se puede huir. Sobre «Alfie» de Charles Shyer
Acabamos siempre dando vueltas sobre el amor, sobre sus dificultades y sus beneficios, sus agravios y sus bondades; incluso aunque queramos creer lo contrario, no sabríamos vivir una existencia exenta de todo amor. Pocas narraciones pueden saldarse sin subtrama amorosa. Del amor emana todo, como de la muerte emana todo, incluso cuando lo que resulta problemático es su ausencia o su negación: es imposible renunciar al conocimiento del mismo, como si por ignorarlo o acorazarnos contra su idea ya pudiéramos evitar su llegada —no es baladí la comparación con la muerte en este nivel, la cual se puede ignorar pero cuando llegue golpea sin que podamos hacer nada: como el amor, como la vida — , en tanto es un acontecimiento que no se busca, sino que llega como presencia de lo imprevisto. No podemos pretender ignorar su existencia en nuestras vidas, porque sólo conseguiríamos hacernos daño.
Alfie es un caradura encantador capaz de enamorar a cualquier mujer con su saber estar; es un hombre guapo, pues Jude Law no necesita mucho más que ser él para serlo, que sabe lo suficiente de moda para tener siempre el aspecto preciso y los bolsillos rotos como para no querer ser el más rico del cementerio, lo cual hace que pueda permitirse vivir con comodidad saltando de cama en cama acabando rara vez en la suya: es, en el imaginario masculino, un triunfador; es, en el imaginario femenino, un buen partido. Alfie es una película que trasciende su condición de comedia romántica, en particular porque su tono de comedia dista mucho de lo bobalicón propio del género —aquí no hay ni enredos amorosos ni reprimendas normativas de «los chicos malos acaban sentando la cabeza para casarse con la chica buena» — , para enmarcarse como una película romántica sin ser del género romántico; en cualquier caso, romántica no entendido como algo pegajoso por su incapacidad para establecer una narrativa que trascienda lo que ya se ha contado antes mejor, romántica sosteniéndose bajo una narrativa férrea y llena de detalles excelentes: es, en el ámbito narrativo, una región vagamente familiar mejor explorada; es, en el ámbito estético, una joya familiar por vez primera bien pulida.