Ángeles fósiles
Alan Moore
2014
Defender la magia como algo válido para el presente es, por sí mismo, un acto de resistencia. Que lo haga Alan Moore, guionista de cómics y mago, lo es en mayor grado por su filiación política, anarquista, y sus pretensiones, iluminadores aunque irónicas. Ángeles fósiles no se deja leer obviando de quién es la pluma. Ver aquí y allá lo que ya pudimos ver en Promethea, V de Vendetta o From Hell —también, aunque en menor medida pero de forma más imbricada, en su etapa con La cosa del pantano— es natural y deseable, ya que jamás ha ocultado su filiación mágica; lo que nos ayuda a entender este breve, aunque primorosamente editado, ensayo es por qué hace cómics: porque no considera la magia una ciencia, sino un arte que debe comunicarse con las demás artes. Cada acto artístico puro es, en su esencia última, la cristalización física de un ritual de cualquier índole. Se hace arte para hacer nacer la creación del mundo.
La magia no es ciencia. Creer lo contrario sólo la enquista en la creencia de que debe basarse en leyes e hipótesis, cuando lo único que funciona es la novedad que sirve para aquel que lo ejecuta; la magia es, por tanto, estrictamente realista: sólo lo que funciona, independientemente de leyes o pre-concepciones, es lo que tiene utilidad. La magia, como el arte, es anárquica. Cualquier pretensión de establecer formas y modos inamovibles, círculos internos o pasos específicos, es la patraña propia de quien pretende establecer poder sólo para sí mismo: nadie le negará las buenas intenciones a Aleister Crowley, o sí, pero se equivocaba al considerar a la magia como un momento de la ciencia.
Debemos combatir el cientificismo como combatimos el fascismo, del mismo modo que deberíamos combatir con la magia como lo hacemos con el arte: es un movimiento a la desesperada, siempre en busca del modo a través del cual es posible llevar nuestras intenciones un paso más lejos. Sin molestar a los dioses a cada paso. Si quieres cambiar el gobierno los panfletos, las campañas política y los actos terroristas pueden conseguirlo, pero la magia no va a hacer eso por ti; del mismo modo, ninguna obra de arte ha sido revulsivo suficiente por sí mismo en toda la historia de la humanidad, ha necesitado siempre venir en el proceso acompañado de actos que pudieran encaminar a los hombres a quienes aspiraban inspirar. La cabaña del tío Tom es una obra con una intención noble, pero de nada hubiera servido si el movimiento abolicionista no hubiera movido el culo de sus sillones para romper las cadenas de los negros algodoneros: «la magia no es tu esclava» —diría Alan Moore si le pidiéramos un resumen.
Leer Ángeles fósiles es entrar en la mente de un mago que ha vivido en el arte tanto como de un artista que ha vivido en la magia; no existe distancia real entre ambos, aunque la distancia icónica se nos antoje absoluta. El arte es magia en la misma medida que la magia es arte, pero por sí mismas son inútiles si no van acompañadas de actos. Y sólo hay un momento para actuar: ahora.