No hay nadie que no sepa a estas alturas que Daredevil es un personaje complejo que se debate entre dos vías de actuación, la penal y la heroica, cada una dentro y fuera de la sociedad, precisamente, para protegerla. Así Daredevil renace de sus cenizas en Born Again a pesar de los redobles totalitarios de Frank Miller.
Cuando Karen Page, la ex-novia de Matt Murdock, vende la identidad secreta de este por su desesperada situación ante su adicción a la heroína ya vemos como todo se derrumba en la vida de ambos. Cuando llega a manos de Kingpin se dedica a destruir metódicamente a Murdock a todos los niveles, aislándolo poco a poco en si mismo, dándole cuerda para que al final el mismo sea el que se mate. Pero finalmente él descubre como conciliar ambos mundos, el estar dentro y fuera de la sociedad al mismo tiempo, y encuentra su respuesta dentro de si mismo, aceptando el auto-sacrificio. No solo muere y resucita, también se flagela y se hace pasar martirio precisamente ya que, en la culpa, es donde encuentra el equilibrio que le hace ver que es necesario sus dos facetas. Se deconstruye para reconstruirse exactamente igual, solo que con un barniz cristianizante que, lejos de dotar al personaje de interés, le arrebata en buena medida la lucha interna de valores que viven dentro de sí. Por esto Miller nos convierte un héroe ambiguo y moralmente cuestionable en un segundo Cristo, alguien que se salta las normas única y exclusivamente porque es mandato divino. Su divinización es el intento de acercarlo al lado más a la derecha de (Capitán) América.