La prisión es el mundo que perpetúa la hostia abrasiva como método de liberación
Riki-Oh: The Story of Ricky, de Lam Nai-choi
La cárcel como institución disciplinaria es algo tan estudiado como veraz en su interpretación, pues ya desde su concepción básica se considera que esta sirve para re-educar a los delincuentes para que puedan volver a integrarse de un modo adecuado con el resto de la sociedad —lo cual va asociado de forma íntima con otros espacios de disciplinación como pueden ser el colegio o el hospital, donde se educa a la población para que se ajusten a un comportamiento normativamente adecuado. El problema particular de la cárcel es que por sus características, masificadas por una cantidad ingente de criminales de todas las clases posibles, crean su propio microclima ante la imposibilidad de controlar las asociaciones que en estas se gestan de un modo eficiente: aunque la pretensión de la cárcel sea eliminar lo considerado patológico en el comportamiento del hombre, en tanto encierro, sólo produce una sistematización eficaz en el contagio de aquello que se intenta eliminar; los criminales crean más criminales, no menos. Es por ello que la cárcel no es sólo un lugar ineficiente para curar al que tiene un comportamiento desagradable para quienes lo encierran, sino que su encierro perpetuará e intensificará tal carácter. O, en el peor de los casos, lo creará en aquel en quien aun no existía..
Esto se ve de forma evidente en la esquizotípica película de Lam Nai-choi, sólo que llevado hasta su extremo radical: ya no hay una pretensión de disciplinar a aquellos que son introducidos en la cárcel, sino que todo lo que intenta conseguirse de ésto es el máximo beneficio posible en tanto ésta ha caído bajo manos privadas. En tanto se carece del compromiso propio del Estado, el cual se debe a la sociedad al menos en apariencia, la empresa no tiene interés alguno en disciplinar a los presos más allá de que produzcan la menor cantidad de gasto posible para así poder maximizar el beneficio neto, lo cual incluye explotarlos (corporalmente) para así maximizar los beneficios; la aplicación de la violencia sistemática por los maníacos lideres de cada una de las alas del complejo no hacen sino perpetuar el orden establecido a través de la aniquilación del disidente, creando un contexto de corte criminal en el cual se genera beneficio sin gasto —con el control de los presos a través de la pura violencia pero, también, cultivando opio. La cárcel, por ello, no intenta ya ni siquiera reformar a nadie, pues el capitalismo de corte más radical lo convierte en un mero zulo donde perpetuar la criminalidad más abyecta.