Una genética del mal. El papel de la consciencia en la superación de los condicionamientos fisiológicos
Lycanthropic manic cycles
Fire water burnin’ bibles
Wake up ragin’ call a taxi
Take me to the nearest city
Cell light up yeah get at me make it quick though blood im busy (get busy)
Death Grips
Como entidades biológicas es evidente que lo fisiológico en tanto conformante de nuestra materialidad propia es un hecho determinante en nuestra relación con el mundo; determinante, no único. Aun cuando efectivamente podríamos afirmar que los mecanismos biológicos son los que producen que ocurren las cosas no podemos afirmar que, de hecho, esos mecanismos son los que producen las cosas en sí: al igual que un cuadro es más que la suma esencial de sus partes (lienzo, pintura, artista) un ser humano es más que aquellos componentes constitutivos a partir de los cuales se edifica; nosotros somos nuestras reacciones químicas, pero también somos lo que está más allá de estas. O, lo que es lo mismo, aun cuando lo fisiológico nos da unos ciertos límites de lo que podemos sentir en tanto limitados a una carcasa física —y con esto referimos tanto a un hecho de ponderación (el placer no puede ser absoluto) como de cientificidad (el alma no existe pero sí la mente)— nuestra realidad va más allá de lo puramente físico porque somos capaces de racionalizar nuestros procesos biológicos. Aun cuando estamos atados a lo natural, a lo puramente científico, ponderable y predecible, somos seres culturales desde el mismo instante que creamos ciertos mecanismos que van más allá de lo útil, de lo consistente en perpetuar nuestra propia especie.
Sin embargo hay una cierta idea muy arraigada, colindante si es que no sumergida profundamente en el cientificismo, de que todo lo que hoy explicamos del ser humano como algo exógeno a la naturaleza es en sí parte de una realidad natural que aun no hemos descubierto. Este argumento, que nos remitiría a la discusiones de los ilustrados que concebían que el hombre debía ser o bien bueno (Rousseau) o bien malo (Hobbes) por naturaleza, se basa en la idea particular de que, en términos puramente cientificistas, el ser humano tiene una base ponderable lógica, basada en como reacciona o deja de reaccionar fisiológicamente ante una cierta forma de estímulos y como eso afecta de uno u otro modo a su conducta, normalizando así una escala de cuales son los límites razonables lógicos del comportamiento humano: las leyes sociales se erigen como correlato de las leyes biológicas; si somos buenos o malos lo será porque, de hecho, nuestra naturaleza fisiológica nos hará serlo y, a partir de esa connotación particular, erigiremos una serie de leyes sociales que corregirán o amplificarán esa actitud inherente propia del hombre. Según esta idea existe lo normal en el hombre, una serie de mecanismos fisiológicos iguales en todos los seres humanos que nos hacen indistintos unos de otros y, por tanto, único medidor lógico de las leyes sociales. Pero, ¿qué ocurriría si, como de hecho ocurre, alguien se saliera de esa normalidad biológica a través de alguna anomalía en su funcionamiento interno produciendo que su comportamiento en sociedad sea diferente al que sería de no haber un condicionamiento biológico diferente al del resto?