El ignorante es el idiota que sólo necesita de herramientas para (re)construir la verdad
El maestro ignorante, de Jacques Ranciere
1818. Una fecha en la que la extravagancia no era algo permitido en los pedagogos, pues en tiempo de quimeras e iluminación todo intento de hacer algo que se saliera de la muy kantiana actitud crítica era visto como un ataque frontal contra el crecimiento de la razón. Por eso cuando Joseph Jacotot afirmaba que todo ser humano puede instruir a cualquier otro saltaron las alarmas de la época: ¿es que acaso este loco, este idiota ‑el que es hombre de doxa, amigo de una sola opinión‑, pretende hacernos creer que aquel que no sabe es capaz de enseñar aquello que el mismo desconoce? Pero no lo pretende, pues suponer que pretende hacer creer pasaría por fallar en su propia teoría, pues éste sólo lo demostró.
Cuando un hombre explica, lleva de la mano de forma sistemática al hombre, este se embrutece y se convierte en un torpe siervo de aquel que le dictamina el saber; no hay nada externo del hombre que el hombre mismo no pueda aprender de forma intuitiva. Es por ello que Jacotot, en la pluma de Jacques Ranciere, nos dice que lo importante no es el aprendizaje en sí sino que el fin último de su teoría es la emancipación de todos los hombres; el aprendizaje debe ser la forma de pensamiento autónomo que permite una formación crítica con respecto del saber en sí mismo. De este modo este idiota, pues efectivamente sólo tiene una idea en mente aunque transmita más, despliega ante nosotros la idea de que tenemos que evitar el atontamiento producido por el adoctrinamiento para abrazar la forma de aprendizaje que sólo se puede dar a través de la pura voluntad. Y es precisamente ahí donde nace la crítica auténtica, la forma de pensamiento que puede poner en cuestión la verdad ajena de sí, la sabiduría, pues sólo en la autonomía no-doctrinal puede surgir la auténtica iluminación que permite la crítica certera. O lo que es lo mismo, Jacotot era un idiota pero los locos eran los que le criticaban por ejercer un derecho a crítica que no podían plasmar adecuadamente.