En el desastre surge la posibilidad de lo imposible
Magma, de Lars Iyer
La sombra es aquello que se sitúa siempre como pisándonos los talones, permaneciendo visible o invisible según capricho, pero siempre unida a nuestra propia presencia: sólo deja de haber sombra cuando deja de haber persona. Esta es la presencia que tiene el desastre, la incapacidad de seguir pensando en absoluto en un mundo que ya ha llegado hasta su límite al haber agotado todo aquello que se puede haber pretendido decir; nada queda, salvo la sombra.
Sólo partiendo de esta premisa podemos entender el oscuro prisma que desarrolla Lars Iyer en su debut literario, en el cual busca incasable ese je ne sais quoi que esconde el mundo y por el cual éste sigue siendo mundo: busca conocer como es posible seguir pensando, escribiendo, existiendo. Por respuesta le salen dos personajes amorfos en pensamiento y forma que, lejos de congraciarse con el desastre, lo viven como la inevitable catástrofe que saben que viven sin pretender darle posible solución. Pero tampoco continuación. Los personajes de Iyer están encerrados en la judáica posición del sufrimiento — no es casual que la palabra que más veces se repita en el texto sea pathos, porque el único motor de la narración es el dolor infringido ante el saberse sumergidos en medio de la catástrofe. Pero precisamente, sólo sumergidos en medio de ésta, su existencia se define: su humor, violento y visceral, siempre acontece a través de esa aceptación de lo terrible de su situación.